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Kahanamoku y la leyenda de los kahunas

Fermín de la Calle

Actualizado 31/07/2015 a las 17:19 GMT

Si vas a la playa de Waikiki, en Honolulu, debes cumplir el rito de depositar lei a los pies de la estatua del Gran Kahuna, Duke Paoa Kah, más conocido como Kahanamoku.

Kahanamoku

Fuente de la imagen: Eurosport

Si vas a la playa de Waikiki, en Honolulu, debes cumplir el rito de depositar lei a los pies de la estatua del Gran Kahuna, Duke Paoa Kah, más conocido como Kahanamoku. Los kahunas son los sacerdotes hawaianos que han trasmitido durante generaciones el amor por la antigua tradición de la he’e nalu, el deslizamiento de la ola. Los antiguos kahunas rezaban al mar dedicando cantos y danzas rituales para que este se lo agradeciese con buenas olas.
Sosotienen los viejos kahunas que Dios primero creó el mar, luego la tierra y más tarde los fenómenos atmosféricos. Cuenta la leyenda que el mar se enamoró de la tormenta y la sedujo arrastrándola a las profundidades, donde tuvieron un idilio del que nacieron las olas (nalu). Estas vagaron durante años por las profundidades y Dios al observarlas, se sintió complacido.
Tiempo después, Dios creó al hombre e hizo para él un paraíso volcánico. Pero al ver que el hombre de vez en cuando se sentía vacío y necesitado, ordenó a las olas que fueran en su busca. Éstas, en un alarde de fuerza y energía, cruzaron los mares en forma de ondas hasta llegar a la costa. Al contemplarlas el hombre se rindió ante tanta belleza y en un gesto espontáneo de amor, hombre y ola se fundieron en una danza sagrada, que se llamó choree (surf). La danza de alabanza a Dios entre el hombre, la tormenta y el océano.
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Kahanamoku

Fuente de la imagen: Eurosport

De todos los kahunas, fue Kahanamoku el más conocido. El Gran Kahuna nació en Honolulu en agosto de 1890. Dicen que el día que nació el mar regaló las mejores olas que se recuerdan para celebrar su llegada surfeando. Le llamaron Duke en honor al Duque de Edimburgo, que visitó Hawai cuando su padre era un niño. Aquella visita le impresionó y cuando tuvo a su vástago decidió llamarle así.
Kahanamoku se crió en los brazos del mar. Desde muy pequeño dominó el arte del bailar con las olas a lomos de una tabla y desarrolló una capacidad innata para nadar que le llevó a participar en varios Juegos Olímpicos. Ganó la medalla de oro de los 100 libres en Estocolmo 1912, además de una plata con el equipo de relevos corto de EEUU. Repitió ese oro en Amberes 1920, sumando otro en el relevo corto. Y acudió a París a renovar su título, pero en la final fue batido por el mismísimo Tarzán, Johnny Weissmüller, siendo el bronce para el hermano pequeño de Kahanamoku, Samuel. Jugó al waterpolo y fue socorrista, aunque su verdadera pasión era el surf.
Duke se convirtió en héroe la tarde del 14 de junio de 1925, cuando con la única ayuda de su tabla rescató a casi una decena de hombres en el naufragio de un pesquero que volcó por el oleaje en Newport Beach. Mientras el Gran Kanuha salvaba a ocho marineros, otros dos surfistas lograban rescatar a cuatro más. Fueron las 12 personas que salvaron la vida. Sus 17 compañeros perecieron ahogados.
Desde pequeño siempre prefirió la tabla tradicional de surf. El papa nui, construido en madera de loa sin quilla, era un tablón de una longitud de casi 5 metros y un peso de ¡52 kilogramos! Con uno de estos tablones se plantó en Sydney, en la plata de Freswater Fresh, en 1914. Aquella exhibición se considera el origen del surf en Australia. Tanto que erigieron una estatua suya en su recuerdo. Y como en la de Waikiki, todos los que peregrinan a ella, depositan lei (un collar de flores) a los pies del Gran Kahuna y su tablón. Kahanamoku siempre decía: Ho a’e ka ‘ike he’enalu i ka kokua o ka ‘ale (demuestra lo que sabes en el dorso de la ola). ¡Mahalo!
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