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Blog Murciego: La (no) despedida de Nadal

Fernando Murciego

Publicado 18/04/2024 a las 10:51 GMT

Después de 17 participaciones, 12 títulos en 12 finales, 67 victorias y una Pista Central que lleva su nombre, Rafa Nadal puso el punto final (o no) a su aventura en el Trofeo Conde de Godó. El capítulo de las despedidas se ha puesto en marcha, a continuación vendrán más, aunque el balear siga hablando de competir.

Rafael Nadal

Fuente de la imagen: Getty Images

Last question in English’, se escucha en la sala de prensa del RCTB 1899. Rafa Nadal se dispone a responder la última pregunta de su carrera como jugador en el Trofeo Conde de Godó y algunos periodistas empezamos a mirarnos entre nosotros, con la inquietud de que algo exclusivo está a punto de suceder. La habitación respira emoción, aforo completo desde la última fila, los cámaras apuntan directamente al jugador, mientras los redactores preparamos los móviles a la caza de un vídeo que nos acompañe siempre en la galería. Porque tendrá que pasar algo especial, ¿no? Ante nuestros ojos está diciendo adiós la persona más importante de la historia del torneo, posiblemente, la mayor leyenda que ha dado nunca el deporte español […] Quiten el ‘posiblemente’, a estas alturas ya no hay ningún tipo de duda. Cuando por fin termina con su réplica, Rafa respira, se levanta, sonríe, se despide y, justo cuando empieza a recorrer el pasillo intermedio que dejan las mesas, ¿qué es lo que ocurre? Que se marcha. No pasa absolutamente nada.
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Rafa Nadal confirma su presencia en el Godó y que se lo toma "como su último año"

Hace justo cinco años, bajo ese mismo techo, la película fue idéntica en fondo pero completamente opuesta en forma. En aquella ocasión le tocó a David Ferrer pasar por el trance de la retirada, aunque éste ya lo tenía totalmente asimilado, quizá por eso fue tan diferente la escena. Cuando el de Jávea da por finiquitada su intervención, la habitación se llena de aplausos, de cánticos, de felicitaciones, de bromas y fotografías para el recuerdo. Así es como debe ser, así es como hay que despedir a las leyendas, agradeciéndoles hasta el último minuto por la gloria que dejan, devolviéndoles con cariño tanto esfuerzo y tantas horas de felicidad en nuestras vidas. Son 20 años corriendo detrás de una pelota, entregando el corazón por tu país, qué menos que cosechar estos pequeños momentos íntimos antes de marcharte, despedirte con la sensación de haber cerrado completamente el círculo. Entonces, si se hizo con Ferrer en 2019, ¿por qué no hubo anoche ningún acto alrededor de Rafa Nadal? Pues muy fácil: porque él no quiso.
Hay que ser muy valiente para seguir exponiéndote dentro de una pista de tenis cuando tienes casi 38 años, aunque los números y tu grandeza siempre te vayan a proteger. Pero hay que ser todavía más valiente para aceptar la realidad, que se acabó de verdad, que ya no habrá otro regreso espectacular. En definitiva, que este es el final. El dilema viene cuando escuchas a Nadal hablar durante esta semana y escuchas palabras que te hacen dudar de si estamos realmente ante su última participación en Barcelona.
He jugado este torneo como si fuera mi última vez…
Probablemente no vuelva a competir aquí…
En el futuro nunca se sabe…
Rafa, ahora que no me lees, nos estás haciendo una putada. Si fuera por nosotros estarías jugando veinte años más, pero nos mata la incertidumbre. Porque la gente te quiere demasiado y apenas necesita dos palabras para ilusionarse, para pensar que en 2025 todavía seguirás emocionando, para creer que este sueño todavía no se ha acabado. En confianza, os puedo asegurar que el torneo habló con el balear hace varios días, le hizo algunas propuestas de despedida en caso de caer eliminado, pero él lo rechazó todo. De alguna forma, algo en su interior todavía no está preparado para decir adiós. Sí que se atreve a saltar a pista, a jugar en desventaja física, incluso a reconocer que no puede ganarle la batalla al tiempo. Pero de ahí a aceptar que ya no le queda aire para un último milagro existe un acantilado emocional imposible de cruzar. Señores, hablamos de Rafa Nadal, el tipo que nunca se rinde, el hombre que jamás pierde la fe. En el deporte no existe un buen momento para retirarse; en el caso de los grandes campeonas, admitir esa verdad supone la decisión más cercana a la muerte. Por eso, entre indirecta e indirecta acerca de su inminente final, Rafa todavía sorprende repitiendo la palabra que mejor le define como atleta: competir.
Me voy de Barcelona convencido de que he dado un paso adelante, no era hoy donde tenía que estar bien, donde tenía que dejar todo y morir. Tengo que darme la opción de hacer esto en unas semanas, al menos intentarlo. Si hubiera muerto a nivel general hoy, jamás tendría la oportunidad de hacerlo en unas semanas, por eso tengo que jugar acorde al objetivo que tengo”, valoró este miércoles tras caer con Alex De Minaur en dos sets. “Si mi cuerpo va respondiendo y acumulo buenos entrenamientos, podré dar un paso adelante en Madrid. Si mi cuerpo es capaz de ir asimilando las cargas de manera progresiva, eso me tiene que ayudar para ir exigiéndole cada vez más, para competir cada vez mejor, pero no lo sé. A nivel lógico, la idea es ir progresando, pero no hablo de ganar partidos, sino a nivel de luchar por las cosas. En Madrid ir un poco mejor, en Roma un poco más… y en París que sea lo que Dios quiera. Allí sí que es el momento de intentarlo”, concluye.
Nadal lo sabe, pero no quiere decirlo. Nosotros lo sabemos, pero necesitamos escucharlo. En algún momento estas dos corrientes deberán encontrarse, porque por mucho que Rafa le tenga algo de alergia a los homenajes, jamás podríamos perdonarnos una despedida que no esté a su altura, si es que esto es posible. El problema de la palabra homenaje viene con los títulos de crédito impresos en la factura, por eso el de Manacor se niega a recibir cualquier tipo de acto. Su trayectoria está ya en el tiempo de descuento, pero él todavía deja la ventanilla de su palmarés abierta, soñando con una nueva ‘Nadalada’ en Roland Garros, como si todavía le hiciera falta otro prodigio para irse en paz. No nos queda otra que mordernos la lengua, guardar el confeti y confiar en sus palabras. Rafa no quiere homenajes, no está pensando en cerrar sesión, sino en gastar sus últimas balas de la manera más profesional que su cuerpo le permita. Madrid, Roma y París. Tres balas para demostrarse que los homenajes pueden esperar, tres oportunidades para morir matando.
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