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Entrevista Eurosport a Àlex Corretja: “Invertí una vida entera para ganar el Masters”

Fernando Murciego

Publicado 14/11/2023 a las 19:52 GMT

Era su primera participación en una ATP Finals, pero Àlex Corretja no encontró rival durante aquella intensa semana en Hannover de 1998. El último español en ser maestro habla con Eurosport y presagia un gran futuro de Carlos Alcaraz en la competición: “Está destinado a ganar este torneo”.

Alex Corretja: 25 años de su gran triunfo: las ATP Finals de 1998

Fuente de la imagen: Getty Images

Han pasado 25 años desde que Àlex Corretja (Barcelona, 1974) conquistara la Masters Cup de 1998, en Hannover. Un cuarto de siglo donde han sucedido infinidad de cosas, aunque hay una que se resiste: ver de nuevo a un español coronándose maestro. El catalán sigue siendo el último, un dato que le preocupa y le conmueve al mismo tiempo. Aquella victoria supuso el punto más alto de su trayectoria, esa victoria que sostiene toda una carrera, un éxito que le cambió la vida en todos los sentidos. Aprovechando que actualmente es uno más en la familia de Eurosport, no había mejor homenaje que reunirse con él y abrir el baúl de los recuerdos.
Veinticinco años, Àlex.
Alucino con que hayan pasado 25 años, no me entra en la cabeza que ya hayan pasado más años de los años que yo tenía cuando gané el título. Yo tenía 24 en aquel momento, ¡ahora tengo 49! No puedo asimilar que la mitad de mi vida haya pasado después de haber ganado el Masters, de verdad que es increíble.
Es la primera vez en mi vida que pienso: esto va muy rápido.
¿Qué es lo que va rápido?
La vida, en general. El año que viene, si todo va bien, cumpliré 50 años […] ¿En serio gané el Masters hace 25 años? Por suerte, no vivo pensando en estas cosas, pero si miro atrás y pienso en todo el tiempo que ha pasado, la sensación es muy fuerte, casi de vértigo. En mi cabeza parece que lo hubiera ganado hace 12-15 años, esa es mi percepción.
¿Conservas frescos los recuerdos de aquella semana?
Si nos ponemos a hablar del Masters, seguro que empiezo a recordarlo todo. Por encima de ganar, lo que más recuerdo es la conversación que tuve con mi entrenador el día antes de empezar el torneo. ‘Dudu’ (Javier Duarte) entra en la habitación y me dice: ‘¿Estás convencido de lo que vas a hacer esta semana?’. Yo le digo que sí, que estaba jugando bien y me encontraba cómodo. ‘No no, te pregunto si estás convencido de lo que vas a hacer’. No entendía a qué se refería, así que me lo aclaró: ‘Me refiero a que vas a ganar el Masters’.
¿Así te lo dijo?
Así me lo dijo: ‘Estás preparado para ganar el Masters, quiero que te lo empieces a creer desde hoy, porque si no te lo empiezas a creer desde hoy, cuando lleguen los problemas, dudarás. No quiero que dudes, quiero que estés convencido de que tienes el nivel, de lo mucho que has mejorado tenísticamente y de que eres el más fuerte físicamente’.
¿Y el resto del cuadro?
Estaban Sampras, Agassi, Ríos, Kafelnikov, Moyá… pero a Dudu le daba igual, estaba convencido de que paso a paso podíamos ganar el torneo.
¿Por qué tenía tanta fe?
Porque 1998 había sido un año muy bueno para mí. En 1997 me había metido en el top10 pero en el 98 di un paso más allá, incluso empecé a ganar muchos torneos en pista rápida. Gané Dubái, gané Indianápolis, gané Lyon… también gané en tierra, pero él veía que también estaba preparado para ganar en dura, incluso en pista cubierta.
Y te has dejado cosas del año 98…
Hice final en Roland Garros, final en Hamburgo, semifinales de Copa Davis… la cuestión es que sentía que estaba cerca de hacer algo grande, pero eso ‘grande’ se me había terminado con los Grand Slams, entonces Dudu me lo recordó: ‘Te queda lo más grande del año, el Masters’. Ahora lo pienso y alucino con la confianza que tenía en mí, después de entrenarme desde los 10 años me conocía como nadie, él sabía que decirme eso era fundamental para que yo me lo acabara de creer.
¿Y qué pasó después?
Cerró la puerta y se fue. Yo me quedé mirando al infinito y pensé: ‘Joder, pues igual sí que estoy preparado para ganar este torneo’.
¿Qué sentiste al ganarlo?
¿Sabes qué? […] La gente puede saber lo que sucede sobre la pista, o cómo llegas a un torneo, pero es muy difícil explicar todo lo que hay detrás, la cantidad de situaciones que te han llevado hasta ahí. Yo a los 10 años entrenaba cuatro horas diarias: tres de tenis y una de preparación física. Por las tardes estudiaba cuatro horas con un profesor particular para recuperar todo lo que hacían mis compañeros durante el día.
El día que yo gano el Masters, lo que pienso es en los 14 años de mi vida que había invertido para que llegara ese momento. Son miles de días los que uno pasa soñando que, en algún momento, podrá ganar algo tan grande.
Eso tan grande casi se dio en Roland Garros.
Pudo ser, pero se dio en el Masters, es atípico. Quizá eso también me hizo ser diferente a mis compañeros que han ganado Roland Garros, pero ninguno ganó el Masters. ¿Por qué pasó allí, además en una pista rápida bajo techo? Ahora me estoy acordando de Salva Sosa, mi preparador físico, que aquella semana me decía: ‘Ahora mismo no hay nadie más fuerte que tú físicamente’.
¡Es que eras un currante!
Yo sentía que era el tío que más trabajaba del circuito. No era el más alto, ni el más fuerte, ni el que mejor sacaba, ni el que tenía mejor derecha… yo sabía jugar al tenis, tácticamente. Mentalmente era una estratega, visualizaba cada partido e interpretaba lo que tenía que pasar para hacerle daño al rival. Según quién me tocara, me adaptaba, eso es lo que me hacía diferente a los otros.
Pues empecemos por Agassi, tu primer partido en la fase de grupos.
Fue un partido raro porque Agassi se retira en el tercer set, de repente abandona, así que no te vas con toda la confianza. El segundo día me toca Tim Henman y tenemos un partido durísimo, pierdo 6-2 en el tercero. Cuando llego al vestuario le digo a Dudu: ‘¿Qué? ¿Conque iba a ganar el Masters, eh? Pues mira, ya he perdido’. En ese momento lo veía muy complicado, ni pensaba que el torneo se jugaba en formato liguilla, pero él me alentó para continuar. ‘Tú sigue hasta que estés fuera matemáticamente, si ganas el siguiente te metes en semifinales’.
Y así lo hiciste.
Sí, ese partido me tocaba con Marcelo Ríos, pero se bajó del torneo y entró Albert Costa en su lugar, que venía de vacaciones y en un momento algo más bajo. La cuestión es que me planto en semifinales y allí me cruzo con Pete Sampras, que no había perdido un set en todo el Round Robin.
Y al que nunca antes habías ganado.
La única vez que había jugado con Sampras en pista rápida había sido en el US Open dos años antes, donde pierdo 7-6 en el quinto set, pero había tenido match point. Entonces salí a la pista pensando que podía hacerle partido, no sé cómo de igualado, pero algo podía hacer. En el tercer set él tuvo tres bolas de partido que si las ves flipas, algunas entraron por un dedo y ahí no había ojo de halcón. Quiero decir, que te cantan ‘out’ y estás fuera, ya está…
Te libraste.
(Risas) Gané 7-6 el tercero… y gané gracias al partido que había perdido años atrás. Al final, se fueron dando situaciones tan concretas para que pudiera ganar ese título que hasta cuesta de creer.
Te falta la final, contra tu bestia negra.
¡En la final lo mismo! Juego contra Moyá y pierdo los dos primeros sets, Charly con mucha mejor derecha y mejor saque, de fondo de pista no le hacía daño… ¡pero es que no le había ganado un solo set en todo el año! Me había ganado en Montecarlo (6-3, 6-2), en la final de Roland Garros (6-3, 7-5, 6-3), en el US Open (7-6, 7-5, 6-3) y ahora empiezo la final del Masters, a fecha 29 de noviembre, después de once meses dando vueltas, y pierdo 6-3 y 6-3.
¿Qué pensaste?
Algo en mi interior me empujaba a seguir, como si fuera a tener una última oportunidad. ¡Pero es que con 5-5 del tercer set él tiene break point! Tenía que seguir, seguir, seguir… hasta que gano ese set. Luego gano el cuarto también. En el quinto fui break abajo, saqué para ganar pero él me rompe el saque. Acabo ganando 7-5 y lo que hago es tirarme al suelo sin saber lo que ha pasado, no eres consciente de que algo tan grande sea posible. Qué fuerte que, después de tantos años invertidos, todo haya valido la pena. Era verdad lo que me habían dicho, que algún día podría ser campeón de un gran título.
¿Qué fue lo más complicado esa semana?
El hecho de que mi juego se basara mucho en el físico era un hándicap, llegaba un poco al límite a esas alturas del año, pero era consciente de que los otros también estaban muy tocados. Diría que lo más importante fue ver que ya pertenecía al grupo de los mejores, aunque es cierto que en 1997 apenas gané partidos en esas condiciones. De hecho, mi primer partido en indoor lo gano en París-Bercy 1997 contra Tim Henman.
¿No te gustaban las condiciones?
La pelota botaba mucho más baja, además de haber jugadores que, con muy poco, te complicaban muchísimo la vida. Por muchos efectos que le metieras a la bola no hacías nada. En cambio, en 1998 empecé ganando en Dubái, luego en verano le gano a Agassi en la final de Indianapolis. Gano también en Lyon, mi primer título en indoor, al que llegué con una sola victoria bajo techo en toda mi carrera. Cuando llego al Masters veía que ya no me sacaban tanta ventaja, quizá no era el mejor sitio para ganarles, pero ya no estaba tan lejos. Veía que mi nivel era más alto, mentalmente también había trabajado mucho en situaciones extremas.
Le ganas a Sampras bajo techo, pero te queda la final. Esto a nivel de adrenalina, ¿cómo se controla?
Te digo. Después de ganar a Sampras en semifinales, llego al vestuario y estaban todos mis amigos saltando y celebrando, porque en ese torneo tenemos cada uno un vestuario privado. Les eché fuera. Me quedaba el partido más duro del año, porque en Roland Garros no tuve opción ante Moyá, salí súper conformista, así que no quería distraerme, no quería gastar ni un ápice de energía en celebraciones. Llegar a la final no me servía para nada: o gano o esto no sirve para nada. Me quedé en el hotel, descansando, recuperándome, cené en la habitación y me desperté pensando únicamente en el partido, totalmente concentrado. No quería saber nada del mundo, sentí que era el momento de mi vida.
Perder la final en París, ¿te hizo campeón en Hannover?
Sí, al 100%. Para mí fue clave darme cuenta que salir conformista a la pista es un error. Por otra parte, Moyá tenía un estilo de juego que me hacía mucho daño, porque no solo tenía ese estilo de juego español que te va desgastando, sino que tenía mucho mejor saque, mejor derecha, era más alto, cubría mucha pista… quizá por el lado del revés le hacía daño, pero en esa pista él se defendía bien con el cruzado.
Pero sí, la diferencia está en cómo encaré yo esa final, en París me di por satisfecho con llegar a la final, para mí aquello ya era un éxito, pero con el paso de los meses me di cuenta que no.
Y eso que tú eras un ganador nato.
He sido el único tenista masculino que ha sido campeón de España en todas las categorías. No es que quiera dármelas de triunfador, pero sí tenía esa vena ganadora. Llegar a esa final fue como un premio, luego con el tiempo vi que estaba bien, pero no era ningún premio. Luego, en la final de Roland Garros que pierdo con Kuerten en 2001, no me dio para más. Que igual tampoco me hubiera dado para más la de 1998, pero mi sensación es que no di el máximo que tenía, por eso no quería que me pasara lo mismo en el Masters.
Tu primer Masters, llegas a la final y le remontas dos sets a cero a un rival que te había ganado siempre esa temporada. ¿Fue un milagro?
Más que milagro, me parece un hecho más de mérito. Había mucho más trabajo detrás, es mucho más difícil de sacar adelante, después de una temporada tan larga, de tantos viajes, de tantos cambios de superficie, incluso de calzado o de cordajes, hay muchos factores que entran en juego en un momento así. Para mí fue algo casi heroico, algo insólito para mí.
Entiendo que el título sí lo celebrarías a lo grande…
Pues mira, la celebración en Roland Garros la hicimos conjunta con Carlos (Moyá), cenamos juntos y nos fuimos juntos a un local. Pagué yo la fiesta, por cierto. Luego en Hannover, una ciudad mucho más pequeña, en un domingo por la noche de invierno, lo único que hicimos fue irnos a un bar cercano al hotel con nuestros familiares. Ese día pagó él la fiesta. Curiosamente, yo pagué su fiesta y él pagó la mía.
¿Qué supuso aquel título en tu día a día?
Me cambió radicalmente la vida. Empecé a ser más reconocido por la calle, a dar muchas entrevistas, me mejoraron mucho los contratos, etc. Ese lunes, al llegar al aeropuerto de Hannover, me vi en la portada del ABC, La Razón, El Mundo, El País… ¡no me lo podía creer! La cantidad de policía que había aquel día, no sabía lo que había pasado, fue un cambio bastante fuerte para mí. Me metí en casa de mis padres hasta un poco asustado. Al día siguiente salí a la calle y me di cuenta lo lejos que había llegado ese Masters, porque en España estábamos acostumbrados a prestar atención solo a Roland Garros, así que fue como romper una barrera.
¡Te hiciste famoso!
¡Por supuesto! (Risas) Pasé de ser un tío conocido a ser un tío famoso, un tío popular. A partir de ese momento la gente me conocía independientemente que le gustara el tenis o no, eso solo se consigue cuando traspasas la barrera de ganar un título muy importante. Es difícil de explicar, pero aquello hizo que mi figura se hiciera mucho más grande, también en el vestuario. En mi entorno, por supuesto, todo siguió igual. Lo que sí noté es que la gente me miraba más como un ganador, porque en el deporte no es lo mismo ganar que perder, no vale lo mismo. Nos guste o no, esto es así.
Si a tu palmarés le quitamos el Masters, está claro que no sería lo mismo.
Sin duda.
¿Y tú? ¿Sería menos feliz de no haber ganado aquella final?
[…] Mi sensación siempre fue que yo di el 100% y eso me dio para lo que me dio, por eso no me levanto cada mañana pensando en lo injusta que es la vida por no haber ganado Roland Garros. De no haber ganado el Masters, quizá sentiría que a mi carrera le falta una gran guinda. Tendría una gran carrera, pero pensaría que le falta algo. No en comparación con la carrera de los demás, sino algo que destacara sobre mi propia carrera. No sé si sería menos feliz, no me creo ni mejor ni peor que nadie, soy alegre por naturaleza y tengo una vida espectacular, eso es lo que a mí me llena. Pero luego, a nivel profesional, sí me faltaría algo que avale que mi carrera fue espectacular. El Masters de 1998 hizo que mi carrera fuera espectacular.
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Moyà y Corretja abrazados tras la final de Roland Garros 1998

Fuente de la imagen: Imago

Mencionas mucho Roland Garros, ¿ganar el Masters tapa la herida de no haber ganado en París?
No lo sé, es posible, pero las cosas se dieron así, tampoco puedo cambiar uno por otro. De corazón siento que el Masters me hace diferente, aunque todos sabemos que en el mundo del tenis se valora mucho más los Grand Slams, por encima del Masters, aunque tampoco tiene mucho sentido. Al final, en el Masters estás jugando contra los ocho mejores del año, pero los Grand Slams son eventos combinados de dos semanas que tienen mucho más nombre.
En el Masters, todas tus victorias son contra jugadores que están dentro del top10, eso tiene mucho valor, más si te toca jugar en una superficie atípica. Por eso siento que el Masters es un punto de inflexión que marca mi carrera.
¿No tuvo ninguna consecuencia negativa?
Negativo no tuvo nada, solamente el desgaste que me dejó aquella temporada. Después de aquello, mi deseo era devolver lo que había recibido. Todo lo que me proponían, ya fueran entrevistas o peticiones de la gente, intentaba estar a la altura. Eso me generó un desgaste muy grande, empecé 1999 pensando que el Nº1 del mundo estaba relativamente cerca, de hecho, llego a Sydney y hago final, donde me pongo Nº2. En el Open de Australia me quedo a tres partidos de ser Nº1, lo mismo que en Dubái. En Indian Wells lo mismo. Sentía que estaba muy cerca de eso, pero el no conseguirlo en esos torneos hizo que me desplomara a partir de Miami, tuve un bajón terrible hasta irme fuera del top25. No fue hasta el 2000 donde volví a regenerarme física y mentalmente.
La factura del esfuerzo.
Fue un peaje muy grande para lo que yo podía ganar. Era lo que me daba mi cuerpo y mi cabeza, por eso admiro tanto que ahora los jugadores sean capaces de ganar un Grand Slam y volver a triunfar de inmediato. Que todo el mundo te conozca y espere algo de ti conlleva una especie de responsabilidad extra, sobre todo si eres una persona sensible y familiar.
Sigues siendo el último español en ganar la Copa de Maestros. Pensando egoístamente, ¿te pone un poco este dato?
Sinceramente, me hubiera gustado que la ganara Nadal o que la gane Alcaraz. Si alguien ha de ganar el Masters, que sea alguien que yo sé que es muy superior a mí, porque eso me demuestra que es un título muy difícil, así en España se pondrá en valor lo difícil que es. Que Nadal no lo haya ganado puede provocar que alguno piense que no es tan importante, pero si no lo ha ganado es por las circunstancias. Si lo trasladamos a otros jugadores de mi generación, quizá sí hubiera hecho que fuera menos especial, pero tampoco lo pienso, a todos mis compañeros les deseo el bien. Pero sí, el hecho de que no lo haya ganado ninguno de los españoles estratosféricos me convierte a mí en un español atípico. Eso coloca tu carrera en un sitio bueno, pero en su momento me hubiera hecho ilusión que otros como Ferrero, Ferrer o Nadal hubieran ganado las finales que jugaron. Luego, con el paso de los años, siguen diciendo que el último español que lo ganó fuiste tú, eso es lo que quizá me hace pensar que es un título especial.
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Nadal, durante unas ATP Finals

Fuente de la imagen: Eurosport

¿Piensas que no se valora lo suficiente el Masters?
El Masters lo gana cualquiera”, esto lo he tenido que escuchar muchas veces. No sé si lo dicen por el año que ganó Dimitrov, Nalbandian o el año que lo gané yo, seguramente lo digan por los campeones que luego no ganaron Grand Slams. No vamos a negar que esto es verdad pero, por dificultad, estamos ante un torneo muy complejo, aunque ganar siete partidos al mejor de cinco sets sea mucho más complejo, eso solo lo logran algunos elegidos. A otros, jugar al mejor de cinco sets, nos costaba más.
¿Cambiarías el Masters por haber sido Nº1?
No, no. El Masters me avala, como he dicho antes, es como una carta de presentación. Si dijera que fui Nº1 del mundo, me faltaría decir que fui campeón de algo grande, algo como el Masters. Siento que eso sostiene todo lo demás, me hace muy feliz pensar que fui campeón del Masters. No lo cambiaría, porque seguiría pensando que me falta un gran título. Pero te reconozco que me sabe mal pensar que estuve tan cerca de ser Nº1 y no lo conseguí.
¿Lo cambiarías por un Grand Slam?
[…] La verdad, a nivel personal el Masters me da un toque distintivo, aunque a nivel profesional te de mucho más alcance ganar un Grand Slam. Quizá no lo cambiaría tanto por un Roland Garros, quizá sí por un US Open. París ha sido la cuna de los españoles, no sé. Si ahora me pones de titular ‘No cambiaría el Masters por un Grand Slam’ la gente pensará que es mentira, pero no es exactamente eso. A mí me costaría mucho cambiarlo por Roland Garros, con todo el respeto que le tengo al torneo y la dificultad que conlleva, pero lo veo como un torneo más normal para un español, más habitual.
El Masters lo veo muy distinto. Si me dices el US Open, a lo mejor me lo pensaría, pero no sé si merece la pena cambiar tu gran título por otro, simplemente, porque el mundo mediático le de mucho más valor.
No era fácil la pregunta.
Cambiar uno por otro es jodido, tengo aquella sensación del Masters muy dentro del corazón, el título de maestro te llena mucho. Grand Slams hay cuatro al año, Masters solo hay uno. Así a bote pronto no lo cambiaría, necesitaría reflexionarlo mucho, pero al final creo que, cuanto más hablo, más siento que no lo cambiaría.
Carlos Alcaraz disputa esta semana sus primeras ATP Finals, igual que tú en aquella temporada de 1998. ¿Qué consejo le darías?
¡Uff! Por encima de todo, lo que le diría es que fuera él mismo, eso es lo más importante. Quizá le destacaría que, como español, a final de año la gente está muy tocada, muy saturada, pero nosotros como españoles tenemos una garra y una insistencia aprendida desde alevines que no todo el mundo está mentalizado para afrontar. Eso le diría, que aunque quizá la superficie se adapte mejor a otros, que piense que lo puede suplir con todo el aprendizaje de un jugador que ha crecido en una tierra como la española.
¿Le ves ganando algún día el torneo?
Desde fuera parece que no es el torneo más propicio para un tenista español, pero yo estoy seguro de que puede hacerlo. Así como con Rafa tenía la sensación de que iba a ser un título muy difícil de conquistar, ya fuera por su estilo de juego o por cómo llegaba a final de año, con Alcaraz tengo la sensación de que lo va a ganar en algún momento, estoy seguro.
Alcaraz está destinado a ganar el Masters, por su forma de ser le encaja perfectamente que todos los partidos sean a lo grande, con 15.000 personas apoyando y en prime time.
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Carlos Alcaraz

Fuente de la imagen: Getty Images

¿Cambiarías algo del formato?
Lo único que no me gusta es la final. Me decepciona que el torneo más importante del año para la ATP sea al mejor de tres sets, no pone en valor la dificultad de un evento tan prestigioso. En ese sentido, el torneo ha perdido mucho.
Finales como la tuya son las que se recuerdan.
Hace unos días, te lo juro por Dios, me paró un hombre aquí cerquita de mi casa: “¡Corretja! Todavía me acuerdo, doble 6-3 abajo con el Moyá, ¡vaya cojones le pusiste, menudo milagro!”.
(Risas)
Ese día porque remonté, pero si ese partido lo gano 6-3 y 6-4 en la final, no hubiera marcado tanto. Toda esa épica depende mucho de los cinco sets. Que te saquen en la portada de los grandes diarios de España, también está muy vinculado a los cinco sets. Vale que éramos dos españoles en la final, pero yo remonté un partido que parecía imposible de remontar. ¿Quién se puede olvidar de la final Nadal-Medvedev de Australia? ¿La de Wimbledon 2008 con Federer-Nadal? Es la épica de los cinco sets.
¿Qué se necesita para ser maestro?
En mi caso, necesitas invertir una vida para ello, esa es mi conclusión. Si profundizáramos más en el tema, incluso lloraría de pensar todo lo que hice hasta llegar a ganar ese torneo […] Hablo a nivel familiar, de viajes, que te deje tu novia en el aeropuerto y no verla más en ocho semanas, ver llorar a tu madre cuando te vas dos meses a Italia con 16 años, que muera un familiar y tu estés en la otra punto del mundo, etc. Todo esto es lo que conlleva nuestro deporte, aunque la gente solo vea los títulos, el dinero que has ganado, el coche que tienes o la casa donde vives. El resto de cosas solo las viven los que están cerca de ti, por eso siempre soy extremadamente agradecido con la vida que tengo, pero siendo tremendamente consciente del peaje que he pagado para llegar aquí.
¿Mereció la pena tanto sacrificio?
Sí, porque te sale del corazón. No hubo ni un día de mi vida que pensara qué cojones estoy haciendo aquí, me salía del corazón el hecho de decidir hasta dónde quería llegar. Si aceptaba pagar ciertos peajes era porque me compensaba, por eso ahora ya no viajo ni entreno a ningún jugador, por mucho dinero que pudiera ganar. Me compensa mucho más irme a comer con mi mujer, ver a mi madre todos los días o llevar a mis hijas al colegio.
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