Blog Murciego: Kitzbühel 1987, la odisea de Emilio Sánchez Vicario

Emilio Sánchez Vicario recibe la llamada de Eurosport para hablar sobre la hazaña firmada hace 35 años en el ATP de Kitzbühel. Estamos en 1987 y el español afrontaba una de las etapas fundamentales dentro de su temporada, la gira de tierra batida estival. Pero a su llegada al certamen austriaco, un invitado inesperado cambia todos sus planes: la lluvia. Así van pasando los días, así comienza a escribirse una odisea en la que Emilio, empezando a competir el jueves por la tarde, termina haciendo doblete el domingo: campeón en individual y en dobles.

A veces en la montaña se pone a llover así, de forma continua. Recuerdo que llovió el domingo, el lunes ,el martes, el miércoles y el jueves se empezó a estudiar la idea de cancelar el torneo, pero decidieron continuar hasta última hora, donde por fin pudimos jugar los primeros partido”, rememora a través de una llamada telefónica el segundo de los cuatro Sánchez Vicario. “Uno de los principales responsables de que se jugara aquel torneo fue Vittorio Selmi, el Player Manager de la ATP en aquella época. Era un hombre que sabía muchísimo de tenis, así que fue confeccionando el horario pensando en qué jugadores eran los que tenían más posibilidades de ir pasando rondas, tanto en individual como en dobles”, reflexiona Emilio.

Y dentro de ese grupo de potenciales raquetas a seguir ganando partidos, por supuesto, estaba él. A día de hoy, todavía el jugador con más victorias de la historia del torneo (33), por delante de Thomas Master (29) y Guillermo Vilas (28) entre otras leyendas. El décimo de esta lista es Gastón Gaudio, estando el top10 al completo ya retirado, por lo que pasará tiempo hasta que alguien le quite este honor. Aquel verano fueron once victorias entre ambos cuadros, aunque las primeras no llegaron hasta el cuarto día de la semana.

El jueves por la tardé disputé un individual y un dobles; el viernes fueron dos individuales y luego un doble; de nuevo el sábado dos individuales y un doble; por último, el domingo jugué la final individual a cinco sets y los dos últimos dobles. En la final de dobles se puso a llover otra vez, así que tuvimos que jugarlo en moqueta indoor. En esa final ya no sabía ni cómo me llamaba, el que jugó los partidos y el que los ganó fue Sergio (Casal), yo iba como una marioneta aguantando como podía”, expresa con su humor clásico el ex Nº7 del mundo individual.

Emilio, que por aquel entonces tenía 22 años y era #17 del ranking ATP, encontró desde el inicio de su carera un vínculo especial con aquel lugar. “Para mí fue un torneo durísimo, pero era un evento súper especial en lo personal. Se llamaba la HEAD Cup, una marca que me había ayudado desde los inicios de mi trayectoria profesional, además se jugaba en el antiguo estadio, que era todo de madera y con una energía increíble, siempre jugué muy bien en aquel torneo”, apunta el madrileño, que ganó aquel calendario más títulos que en ningún otro (4).

La hazaña de Kitzbühel es incontestable, aunque su dificultad aumenta un nivel más si contamos que Emilio venía de ganar 15 de sus últimos 16 partidos. Campeón en Gstaad, campeón en Burdeos, dos puntos en la serie de Copa Davis ante Paraguay, semifinales en Bastad y, por último, campeón en Austria. “En 1986 fue el primer año donde empecé a ganar torneos, hice un esfuerzo muy grande, hasta que en 1987 me fui varios meses a Estados Unidos para mejorar sobre pista rápida, pero en ese proceso perdí mucho partido. Después de meterme en el top20 el año anterior, aquella temporada fue de confirmación y de aprendizaje para ganar con los de arriba. La gente decía que jugaba demasiados partidos, pero necesitaba aprender”, valora sobre su maratón veraniego.

La cuestión es que en dobles, junto a Casal, tampoco le había ido mal: semifinales en Gstaad, campeón en Burdeos, punto ganado en el dobles de Copa Davis y final en Bastad fueron los resultados antes de conquistar Kitzbühel. “Lo que más cansa es el esfuerzo de llegar cada semana muy lejos, ahí es donde tienes que aprender a manejar un poco mejor la situación, pero esos torneos en la montaña son eventos increíbles, en altura, diría que el desgaste no es tan grande. Por ejemplo, Burdeos a nivel del mar es mucho más duro, así que en esas semanas me venía bien par subir el nivel, notaba que me volvía más competitivo. Estaba muy en forma, en Wimbledon había hecho 4R en individual y final en dobles, tenía que aprovechar esa inercia hasta afrontar el US Open”, amplía el ex número 1 mundial en categoría por parejas.

Valoro mucho el esfuerzo que hizo la organización, un torneo pensado para desarrollarse en siete días consiguieron sacarlo en tres días y medio”, asegura Emilio, que a punto estuvo de levantar bandera blanca sobre la línea de meta. “Los recuerdos más nítidos los tengo del último día, esa sensación de descompresión tras ganar la final individual. En ese momento es muy difícil conectar mentalmente para decir: ‘Vale, ahora tengo la semifinal y puede que la final de dobles’. Tienes que recuperar esa energía par continuar, no despreocuparte por ver que sigue lloviendo o ver que cambian un partido a indoor. En esa final ya no me quedaba más dentro, no comí bien, la emoción de haber ganado en singles también me afectó. Me dio un bajón de glucosa impresionante, así que empezaron a traerme cosas con azúcar porque se me estaba poniendo cara de enfermo”, confiesa entre risas.

Ganar once partidos en menos de cuatro días es una proeza, ganando además ambas finales ante Miroslav Mecir. Es aquí donde encontramos lo que más puede impresionar a las nuevas generaciones: ¿cómo se puede jugar durante toda una temporada ambos circuitos? “Nos entrenábamos para competir, jugar dobles era parte de ese aprendizaje y esa mejoría. Si miras mi carrera a partir de 1984 verás que soy un jugador totalmente diferente con el paso de los años gracias al dobles, con un nivel de juego superior. El doble siempre me aportó ese extra que me convirtió en un mejor jugador en pista rápida y ser mucho más agresivo en la segunda etapa de mi carrera”, contrasta Emilio acerca de su progresión. “Ahora las ciencias del deporte han mejorado mucho, el cuerpo del deportista recupera antes, pero nosotros hacíamos un esfuerzo extra para competir todo el tiempo y entrenar menos horas, sobre todo en el apartado físico. Era la propia competición la que te curtía y te ponía en tu sitio”, sentencia.

En Kitzbühel, donde el tiempo y el físico fueron elementos adversos, la opción de dejar de lado uno de los dos cuadros podría haber sido una carta interesante. No para Emilio Sánchez Vicario. “Eso no entraba dentro de mi mentalidad. Yo quería jugar bien el individual, por supuesto, pero en el momento en el que yo me apunto a un doble, solo por el respeto hacia mi compañero, no podía dejarle tirado durante el torneo, eso es una falta de respeto”, cuenta Emilio, a quien le dejó marcado para siempre su experiencia con Martina Navratilova disputando un dobles mixto en Wimbledon. La checa, que tenía que jugar la final individual ante Graf, optó por bajarse de los otros cuadros, dejando a Sánchez Vicario sin competir en semifinales.

A no ser que me hubiera lesionado, jamás le habría hecho eso a un compañero”, exclama el español. “Una vez entras en la pista, no importa si es individual o dobles, entras a ganar, a competir. Algunos jugadores hoy en día se apuntan al doble para ponerse a punto de cara al single, disputan un par de partidos y luego se bajan. A mí desde pequeño me inculcaron que había que dar todo cada vez que entraras a la pista”. Cuánto tiene que aprender la #NextGen.