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Blog Murciego: Andreescu, ¿serás tú?

Fernando Murciego

Actualizado 17/09/2019 a las 11:18 GMT

La última campeona de Grand Slam encandila por su talento y su fortaleza mental en pista. Ha sido la última en llegar al Olimpo, pero todos los expertos la señalan como alguien distinta al resto. Quizá, alguien llamada a pelear por desafíos mucho más altos. ¿Será la canadiense esa líder, constante, que tanto echa en falta la WTA?

Bianca Andreescu embrasser le trophée après son sacre à l'US Open 2019

Fuente de la imagen: Getty Images

Está claro que algo de magia tiene Nueva York para haber sido la primera página de tantos libros todavía por escribir. No hace falta irse muy lejos, basta con quedarse con los tres últimos años: Stephens en 2017, Osaka en 2018 y Andreescu hace dos semana. Tres grandes jugadoras que explotaron su talento en la Gran Manzana, demostrando una vez más por qué la llaman la tierra de las oportunidades. Como si fuera una carta trampa, Flushing Meadows representa el gol del suplente en el descuento, un logro que te servirá para ser titular en el próximo partido, donde todo el mundo esperará que veas puerta con facilidad. Un examen exigente que Stephens y Osaka sufrieron en 2018 y Osaka está padeciendo en 2019. ¿Será Andreescu capaz de soportar la nueva realidad que le espera desde entonces?
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US Open 2019: Bianca Andreescu privó a Serena Williams de seguir haciendo historia

Antes de hablar del futuro, repasemos el presente. Bianca Andreescu es una jugadora que, en apenas nueve torneos, ha dado un salto cualitativo que bien podría resolverse en dos años y medio. Empezó el curso fuera de las 150 mejores del mundo, sin saber lo que era ganar un título oficial y sin haberse enfrentado nunca a una top10. Hoy es la número 5 del mundo, guarda bajo llave los trofeos de Indian Wells, Toronto y el US Open, luciendo además un balance de 8-0 ante las diez mejores del ranking. Vamos, que lo de acostumbrarse a una nueva realidad en un corto espacio de tiempo lo lleva bien. Sin embargo, ya sabemos cómo son los Grand Slams, tan distintos al resto de eventos, sobre todo cuando capturas uno por primera vez y lo haces ante Serena Williams en la final. Entonces la expectativa te puede devorar.
El problema –bendito problema– no es de Andreescu, ni de Serena, ni del US Open. El causante de tantas variantes reside en el circuito WTA, que está completamente loco. Cada vez que llega un major y la prensa sale a escena con su roída bola de cristal, la respuesta siempre es la misma: “Puede ganar cualquiera de las 15 primeras”. Lo siento, pero no es que no me quiera mojar, es que es la realidad. De los últimos once Grand Slams, nuevas campeones. Lean bien, no me refiero a campeonas diferentes (que también), sino a NUEVAS CAMPEONAS, jugadoras que jamás habían llegado tan alto, mujeres por las que posiblemente nadie apostó quince días antes. Este baile de nombres y candidatas genera un alto grado de entretenimiento, pero también de confusión. ¿Es que no hay ninguna capaz de marcar un poco el ritmo?
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Bianca Andreescu avec le trophée de l'US Open en 2019

Fuente de la imagen: Getty Images

Con Ostapenko pensamos que ninguna aguantaría su letal golpe de fondo, pero luego llegó Stephens y vimos que en la persistencia y el físico estaba la clave. Halep salió del cascarón, la más regular de todas ya ganaba Grand Slams, pero también sufría tropiezos inesperados. Osaka, la campeona zen, fue capaz de encadenar el US Open y el Open de Australia, aunque hoy
aparezca también desdibujada ante la exigencia diaria. Barty, una tenista de otra época, de momento se mantiene en la cima, aunque ahora es Andreescu quien podría amenazar su reinado. ¿Por qué Andreescu? ¿Qué tiene esta chica de 19 años para convencernos de que lo vivido en Flushing Meadows no sea flor de un día? Tenis le sobra, ya lo hemos visto, pero muchos apuntan a sus hábitos y su mentalidad como los núcleos duros del sistema. El lugar desde donde construye su argumento. Veamos lo que dice ella.
“Nunca he estado tan serena como ahora. De normal era una jugadora que me desanimaba mucho, tenía pensamientos negativos en mente, destrozaba raquetas, me gritaba a mí misma durante los partidos, incluso en los entrenamientos. Hasta que un día descubrí que esa manera no funcionaba en absoluto para mi beneficio, así que comencé a buscar algunos consejos de otras personas. Ahí empecé a tener una visión positiva de todo y creo que me está ayudando mucho, incluso en las situaciones más difíciles. A estos niveles todo el mundo sabe jugar muy bien a tenis, lo que separa a las mejores del resto es la mentalidad”.
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Bianca Vanessa Andreescu

Fuente de la imagen: Eurosport

Bianca, que apenas hace diez días se convertía en la 16ª campeona en activo de Gran Slam, parece querer contarnos algo diferente a las otras quince. Al igual que todas ellas, también ha sido capaz de irradiar talento, calidad y proyección, pero la canadiense persigue algo más. Persigue a alguien.
“Estoy segura de que no soy la única persona que admira a Serena, ella es una inspiración para muchas, muchas personas, no solo deportistas. Lo que ha hecho ella fuera de la cancha también es increíble, es realmente una campeona. Me he esforzado mucho por ser como ella, pero también quiero hacerme mi propio nombre. Quién sabe, quizá algún día pueda ser incluso mejor”
La ambición no le cabe en las manos, es evidente, pero solo alguien muy preparado sería capaz de plantearse un reto así. Viéndola jugar está claro que todo funciona, golpea y compite como una veterana, pero sueña como una niña de 19 años, lo que es. Por su cabeza no pasa levantar un único trofeo de Grand Slam, imposible teniendo tantas herramientas a su alcance. Habla de Serena con razón, guía y espejo de varias generaciones, pero lo que Bianca quiere es su martillo y su maza. La capacidad de reinar, quizá sin la necesidad de aspirar a ganar títulos cada semana, pero sí con la virtud de saber competir en las semanas marcadas en rojo. Liderar un circuito, al fin y al cabo, desde la determinación y el carácter. Ser la referente que necesita la WTA, un legado que hasta la propia Serena sigue esperando.
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