Blog Murciego: La crisis de Swiatek

Todo el mundo sueña con ser número uno del mundo, para eso inviertes toda una vida de sacrificios y peajes, pero luego solo unos pocos jugadores conocen el aire que se respira ahí arriba. Desde fuera parece que son todo lujos, dinero y popularidad, pero detrás de todo ese humo se esconde un monstruo de tres cabezas que acaba devorando al más talentoso. Se llama presión y, para algunas leyendas como Billie Jean King, es un privilegio; sin embargo, para los que han probado alguna vez esta medicina, supone el mayor obstáculo para permanecer en las alturas. ‘Lo difícil no es llegar, es mantenerse’, cuentan los libros. Afortunadamente, incluso dentro del grupo de los mejores, existe una selección natural para destacar a los elegidos, aquellos que de verdad son capaces de superar al rival y a ellos mismos. Iga Swiatek es una de ellas.

El caso de la polaca merece un estudio aparte. Su irrupción definitiva se produjo en marzo de 2022, coincidiendo con la retirada de Ashleigh Barty, quien dejó al circuito huérfano de una líder. Desde entonces, 91 semanas como Nº1 mundial, todas excepto las ocho en las que Aryna Sabalenka amagó con darle el relevo, pero Iga no se lo permitió. Antes de afrontar la tercera ronda de este último Open de Australia, donde le esperaba una tierna Linda Noskova, su historial marcaba una racha de 18 victorias consecutivas, títulos recientes en el WTA 1000 de Beijing, las WTA Finals y un invicto en la United Cup. Un gran día en la oficina de la checa terminó con su buena inercia, ¿qué piensan que dijeron los tuiteros? Hablaron de crisis. No hay mejor ejemplo para explicar lo que significa ser la mejor en lo tuyo, donde por muy bien que hagas las cosas durante varios meses, al primer tropiezo que tengas se va a cuestionar tu valía.

Lo bueno es que los deportistas con tanta raza suelen tardar poco en aparcar las crisis, se saben el guion a la perfección. Lo primero que hizo Swiatek fue tomarse unos días libres para desconectar, tanto del ruido como del circuito. Luego tomó un avión a Oriente Medio y comenzó a entrenar de cara al WTA 1000 de Doha, donde apuntaba a su tercer título de manera consecutiva. Allí no solamente ganó, no solamente se convirtió en la primera tenista de la historia en firmar un triplete, si no que además se marchó sin perder un set en todo el concurso. Ni siquiera en la gran final, donde se cruzó con Elena Rybakina, top5 mundial. ¿Qué dijeron los tuiteros? ‘Un trofeo más para Swiatek’. Y ya está, como si fuera sencillo, como si regalaran los WTA 1000. Esto también viene dentro de la experiencia del ser número 1, una rebaja inmediata de la meritocracia a cualquier logro que obtengas, aunque sea una hazaña. Al fin y al cabo eres la mejor del mundo, lo normal es que ganes, ¿verdad?

Ya con las aguas calmadas, su próximo desafío estaba en el WTA 1000 de Dubái, donde ya en 2023 se quedó a las puertas de llevarse el título. Una ronda que en 2024 no pudo defender, ya que hizo las maletas en semifinales tras un partido horrible frente a Anna Kalinskaya. ¿Otra vez crisis? ¿O es que el título en Doha no era suficiente para cerrar la crisis anterior? No podemos ocultar que la polaca últimamente anda perdiendo algunos partidos que resultan extraños, sobre todo por la forma. Encuentros donde, de repente, se queda sin gasolina, se precipita buscando el winner, situaciones donde ella misma pone mucho de su parte para que sea su rival la que pasa a la siguiente ronda, aunque esto siempre es cosa de dos. El propio Carlos Alcaraz también ha sufrido estos males en los últimos seis meses, como en los dos sets que prácticamente le entregó a Zverev en Australia o la irregularidad que mostró con Jarry en Buenos Aires. Que sí, que son los mejores en lo suyo, pero no son máquinas. También se equivocan.

Esta ‘crisis’ de Swiatek engloba muchas aristas a tratar, pero aún es pronto para profundizar. Solo destacaré dos de ellas. La primero refleja claramente que el circuito sigue falto de una líder carismática, con arraigo entre los aficionados y que mueva masas a nivel mediático. Lamentablemente, por muchos títulos y victorias que Iga pueda coleccionar, la sensación es que desde fuera nunca será suficiente para reconocerla como se merece: una jugadora que va camino de ser leyenda. El segundo problema apunta hacia una sociedad incapaz de interpretar lo difícil que es ser jugador de tenis, independientemente de la jerarquía o el nivel. Es aquí donde las redes sociales no ayudan en nada, ofreciendo la posibilidad de promover el odio públicamente a través de una cuenta anónima y sin ningún tipo de penalización. El deporte nacional siempre fue la envidia, pero es que ahora se puede practicar. Gente buscando el desequilibrio en los demás para tapar de alguna forma la frustración propia. Es el mercadeo del s.XXI, donde la palabra ‘crisis’ está siempre en oferta, aunque nadie sepa lo que significa. ¡Cuántos quisiéramos estar tan mal como Iga!