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Blog Murciego: No me gustan las retiradas

Fernando Murciego

Publicado 02/04/2024 a las 08:56 GMT

Hace dos meses anunció que 2024 sería su última temporada profesional. Hace dos días levantaba en Miami su primer título de WTA 1000. ¿Debería Danielle Collins reconsiderar su decisión? Esta es la pregunta que no paró de responder toda la semana.

Danielle Collins à Miami en 2024

Fuente de la imagen: Getty Images

El 18 de enero, tras caer eliminada en el Open de Australia, Danielle Collins llegó a rueda de prensa y soltó la bomba: “Esta será mi última temporada, me iré compitiendo, tengo muchas ganas de ello. Ahora mismo tengo otras cosas que me gustaría conseguir fuera del tenis, como por ejemplo tener hijos”. Después de chocar con algunas caras de incredulidad, el grupo de periodistas asimiló en tiempo récord aquellas palabras, ubicando a la estadounidenses en ese grupo de atletas faltos de ambición, irregulares y agotados por tanto viaje. A nadie le molestó, nadie incurrió en su decisión, dando por hecho que el único motivo para colgar la raqueta es aceptar que tus mejores días ya han pasado. Dos meses después, con el título del Miami Open en sus brazos, más de uno tuvo que revisar sus conclusiones.
La cuestión es que Collins no se relajó tras el anuncio, todo lo contrario. Como buena profesional que siempre ha sido, se centró en trabajar y explorar su mejor versión en los siguientes torneos. Dio algunos avisos, el primero en Melbourne, poniendo contra las cuerdas a la mismísima Iga Swiatek. Luego repitió el susto en Abu Dhabi ante Elena Rybakina. Alcanzaría los cuartos de final en Doha, para caer fulminada en Indian Wells de nuevo ante la Nº1 del mundo, esta vez sin ninguna opción. Y de repente llegó Miami, el torneo de casa, lugar donde creció y donde más ilusión podría generarle dejar huella. Allí empezó cediendo un set ante Bernarda Pera para ya no volver a ceder más terreno: siete victorias consecutivas para asaltar uno de las grandes plazas del circuito. ¿Sorpresa? Hasta cierto punto, ya que Danielle siempre fue esa jugadora con un asterisco al final de su ficha. Una mujer que, en un día de inspiración, es capaz de volar.
Si no lo hizo antes –se quedó a un partido de capturar el Open de Australia 2022– fue porque su físico le boicoteó constantemente. Además de una artritis reumatoide diagnosticada a una edad impropia, la famosa endometriosis que sufren un 15% de las mujeres en todo el mundo se convirtió en su mayor rival competitivo. Si ya el circuito es difícil de por sí, imagínense sumarle dolores cada mañana, hemorragias internas de casi una semana, recuperaciones más prolongadas, dificultad para encontrar regularidad durante las giras o la imposibilidad de armar un calendario debido a los obstáculos personales que irán apareciendo cuando menos te lo esperas. Por cierto, esta enfermedad también multiplica los inconvenientes a la hora de ser madre, gota que colmó el vaso de Danielle, empujada a valorar si merecía la pena continuar. Como cualquier otra niña, ella siempre soñó con tocar el cielo en los mejores estadios, hasta que sus ilusiones personales terminaron aplastando cualquier ambición deportiva.
Eso sí, hay que ver lo mucho que nos cuesta al ser humano entender las decisiones de los demás. Lo de comprender o empatizar ya lo dejamos para la próxima especie. Cuando Collins anunció en enero que lo dejaba, más de uno pensó: ‘Pues adiós, aquí ya poco tenías que decir’. Ahora que vuelve a ganar partidos y es campeona de WTA 1000, la norteamericana tuvo que aguantar toda la semana la misma interpelación: ‘¿Pero por qué te retiras?’. Como si Danielle, que lleva desde los 3 años con la raqueta en la mano, tuviera que dar explicaciones al periodista de turno, ese mismo que aseguró no echarla de menos. Al que se retira demasiado tarde, le señalamos por no saber parar a tiempo; al que se retira demasiado pronto, le recriminamos su egoísmo por privarnos del talento que todavía mantiene. ¿Cómo ha de hacerse entonces? ¿Cuál es la retirada buena? ¿La que vota el público o la que marca el protagonista? Nos metemos en un debate traicionero donde la prensa piensa que tiene un papel fundamental. Pobrecitos algunos, cuando se enteren que son meros espectadores.
Para los que tengan alguna duda, Collins la resuelve. “Es interesante cómo en muchas ocasiones he tenido que justificar mi decisión de retirarme, pienso que si fuera un hombre no tendría tantas cuestiones a mi alrededor, pero esto es otro tema”, disparó la de Florida con su tono mordaz. “La verdad es que no estoy reconsiderando mi decisión, no lo he hecho en ningún momento. Siento que todas las veces que me hacéis esta pregunta viene desde un lugar positivo, realmente siento que a muchas personas les gustaría seguir viéndome jugar. Pero, como ya dije, tengo algunos problemas de salud que hacen que las cosas sean un poco más difíciles para mí dentro de la pista. Espero que todos podáis respetarlo, se trata de algo muy personal y emocional. En parte, creo que esta mentalidad es una de las razones por las que he jugado tan bien este torneo, salí ahí fuera con la única intención de disfrutar de cada partido. Este será mi último año, será mi última temporada y estos serán algunos de mis últimos eventos. Solo quiero disfrutar y recordar cada momento”, valoró con la madurez de quien tiene su futuro totalmente definido.
Muchos dirán que nunca es buen momento para retirarse, aquellos que jamás sabrán lo que significa ser deportista profesional y todo lo que conlleva. Que la derrota puede provocar afán de superación y la victoria puede causar laxitud. Que un título te puede llevar a otro, pero también puede cerrar un ciclo. Que vidas solo hay una y, por mucho que el tenis sea una disciplina preciosa, también es uno de los trabajos más sacrificados, por lo que siempre será respetable dar un paso al lado y empezar a respirar el mismo aire que el resto. Es complicado secundar una retirada, a nadie le gusta ver marchar a esos generadores de felicidad, también llamados deportistas. Sin embargo, en este caso envidio a Collins por lo bien que ha calculado los tiempos: mostrando disciplina con su trabajo, coherencia en su discurso y complacencia en su legado. Más de una debería tomar nota.
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