La opinión de Fernando Gómez: Menos puertas por abrir

Era el protagonismo de la pista rápida al aire libre, pues hasta el torneo de Maestras se iba a disputar en esas condiciones este año en Guadalajara (México). Las dos citas más importantes llegaban pronto, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 a finales de julio y el Abierto de los Estados Unidos un mes después. Nada hacía presagiar las barreras que iba a derribar el tenis femenino español después de lo acontecido en estos dos eventos con Garbiñe Muguruza y Paula Badosa.

La primera de ellas, a pesar de haber vencido en Dubái, no había pisado unos cuartos de final de un Grand Slam en sus tres presencias del año. Llegó a esa ronda de las ocho últimas en Japón, pero la kazaja Elena Rybakina la apartó de la lucha por las medallas. Y en Nueva York siguió la tradición y una derrota anterior en los octavos de final a manos de la checa Barbora Krejcikova le impidió meterse entre las ocho candidatas finales. Salió del último Grande del curso como novena de la clasificación mundial. La española nacida en Caracas es una jugadora caracterizada tanto por su grandes capacidades técnicas y físicas como por su irregularidad. Sus picos entre los mayores logros en la pista y sus derrotas más dolorosas son amplísimos, siendo esta su nota más significativa. Algo con lo que sus técnicos tratan de luchar y es la tarea que afronta ahora Conchita Martínez, su entrenadora más productiva.

Después llegó su gran mes y medio de juego en el que conquistó el título en Chicago y tras no tener protagonismo en Indian Wells ni en Moscú, se convirtió en la primera española "maestra" individual tras imponerse en semifinales a la propia Badosa y derrotar dos veces, en la liguilla del grupo y la final, a quien pasaba por ser la jugadora más en forma del momento y que le había derrotado en Rusia, la estonia Anett Kontaveit, que esta vez no pudo quitarle ni un set en los dos duelos. Muguruza acabó tercera mundial y aunque la exnúmero uno no aumentó su cifra de dos títulos de Grand Slam sí ha llegado a decir que era el mejor momento de su carrera. De hecho, ha sido la primera temporada en la que ha levantado más de dos trofeos,

Paula Badosa, catalana nacida en Nueva York, se caracteriza por ser una jugadora con mucha personalidad y que no se arruga ante las exigencias que le van poniendo en la pista sus rivales, sino todo lo contrario, y más a medida que ha ido adquiriendo confianza en su juego. Todo ello a pesar de la falta de continuidad que suele tener con sus entrenadores, que entran y salen en momentos poco habituales de la temporada. Badosa tiene un arma destacada en su regularidad, a la que en 2021 ha unido una progresión constante que han girado los focos nacionales e internacionales hacia ella. Cuando afrontaba ese último tercio de la temporada del que hablamos, ya estaba entre las treinta primeras de la lista mundial, a pesar de haber terminado el año anterior en el puesto número 70. Todo ello gracias a la llegada de su primer título, el de Belgrado, a sus casi semifinales en Roland-Garros, donde la eslovena Tamara Zidansek tuvo que disputar 14 juegos en el tercer parcial para eliminarla y las tres rondas de cuatro últimas que había disputado sin premio de acceder a la final en Lyon, Charleston y Madrid. Las dos últimas sobre tierra batida.

En Tokio 2020, Badosa también pisó los cuartos de final, pero salió en silla de ruedas por un golpe de calor y no pudo concluir su duelo ante la que acabó siendo subcampeona olímpica, la checa Marketa Vondrousova. La siguiente gira la saldó con unos cuartos de final en Cincinnati y solo segunda ronda en el US OPEN. Pero lo mejor estaba por llegar. Después de pasar por Ostrava con solo una victoria regresó a Estados Unidos, a California, para cumplir con el curioso calendario que, debido a la pandemia, trasladaba al torneo de Indian Wells a la primera quincena de octubre. Y aquí abrió otra puerta del tenis femenino español, pues se convirtió en la primera nacional en ganar. En seis partidos solo cedió dos sets, el último en la épica final ante una gran luchadora como ella y alguien en la que siempre se ha fijado, como es el caso de la bielorrusa Victoria Azarenka. Y después la mencionada semifinal en el torneo de Maestras en la que cedió ante Muguruza, con la que, por curioso que resulte, no se había enfrentado nunca en un duelo WTA. Ha acabado el año como número 8 del mundo, su mejor clasificación.

El tenis femenino español tiene, por tanto, por primera vez en lo que va de siglo a dos jugadoras en el TOP-8. De hecho, Badosa es la segunda mejor clasificada de las segundas raquetas de su país. Solo la supera como mejor segunda nacional Krejcikova, que es la segunda mejor checa tras Karolina Pliskova y la quinta mundial. Fue una pena para España que la seleccionadora nacional Anabel Medina no pudiera contar con el concurso de ninguna de ellas en las finales de la Copa Billie Jean King de Praga debido a la congestión del calendario. Pero sí estuvo en el equipo la grancanaria Carla Suárez, a la que debemos incluir en este resumen anual por su ejemplo vital tras superar una grave enfermedad y prolongar un año más su carrera para retirarse en la pista. Y las otras dos españolas que iniciarán 2022 en el TOP-100 también han tenido un destacado protagonismo. Por un lado, la castellonense Sara Sorribes, que ya solo tiene por delante a 35 jugadoras, ha conquistado su primer título profesional, y con la coincidencia de que también fue en la pista rápida mexicana de Guadalajara, pero en marzo. Y termino con la mención a Nuria Parrizas, que ha marcado el camino de muchas veteranas al progresar en este curso desde el puesto 232 al número 66, que es en el que ha cerrado el ejercicio la granadina de 30 años.