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Open de Australia 2016: Lo que hemos aprendido del torneo femenino

Agustín Galán

Actualizado 30/01/2016 a las 11:40 GMT

El Open de Australia 2016 terminó con varias certezas y algunas incertidumbres sobre el estado actual del circuito WTA tras el inesperado triunfo de Angelique Kerber. Serena Williams sigue acusando los mismos problemas que le afectaron en la recta final de 2015 en los partidos decisivos y las tenistas españolas tienen que dar un paso al frente en próximos Grand Slams.

Angelique Kerber (Australian Open 2016)

Fuente de la imagen: AFP

La perseverancia tiene premio. Angelique Kerber se vio contra las cuerdas en la primera ronda del Open de Australia. Misaki Doi tenía un set de ventaja y bola de partido en el desempate del segundo, y a partir de ahí la de Bremen resurgió para terminar convirtiéndose en la mejor tenista presente en Melbourne. Levantó primero la bola de partido y posteriormente la incómoda primera ronda ante la japonesa. A partir de ahí, las victorias fueron cayendo de su lado hasta que en la final cruzó su camino con el de Serena Williams, la absoluta favorita al título. A pesar de que era su primera final en un torneo del Grand Slam, la veteranía –lleva ya una década en el circuito WTA- le ayudó a llevar la presión, dejándosela en exclusiva a Serena, que por algo defendía título y condición de número uno del mundo. Terminó haciéndole un favor a su compatriota Steffi Graf, que sigue siendo la única tenista con 22 grandes en su vitrina.
La historia puede provocar bloqueos. Serena Williams está llamada a ser una leyenda del tenis femenino cuando decida colgar la raqueta, pero el hecho de encontrarse a sólo un título grande de Graf, la referente en ese sentido, parece ser una responsabilidad que la de Saginaw no sabe gestionar por mucho que sea la indiscutible número uno del mundo. Le ocurrió frente a Roberta Vinci en un durísimo partido de semifinales en Nueva York ante su afición y volvió a sucederle en Melbourne frente a Kerber, sin la presión de tener que completar el Grand Slam en el mismo año natural y sin el factor emocional de jugar en casa. Esta derrota es aún más inexplicable al no tener tanta carga emocional que soportar, y con el tropiezo lo único que ha conseguido Serena es que lo que parecía un mero trámite solventable en poco tiempo se termine convirtiendo en una bola de nieve que no cesará de crecer hasta Roland Garros.
El momento decisivo de Garbiñe Muguruza. La tenista española nacida en Caracas llegó a Melbourne como la tercera mejor raqueta del planeta y se marchó en tercera ronda, otra vez por la puerta de atrás frente a una desacomplejada Barbora Strycova. Muguruza reconoció que no afrontó el partido con la concentración exigida en un Grand Slam y une este adiós al de Nueva York, cuando fue Johanna Konta la que dio la sorpresa de la primera semana. Las condiciones de Muguruza para ser integrante permanente de la élite del circuito WTA están fuera de toda discusión, pero si los resultados no llegan en los cuatro torneos grandes del año, pueden empezar a surgir dudas hasta el punto de amenazar con estancar una prometedora carrera. Es momento para que Garbiñe haga borrón y cuenta nueva y vuelva a mostrar su tenis agresivo por las pistas de todo el mundo, con el objetivo de hacer un gran papel en Roland Garros como una tarea inexcusable.
El talento irregular de Carla Suárez. La canaria fue la tenista española que llegó más lejos en el cuadro femenino, pero sus desconexiones en el inicio de los partidos terminaron condenándola a un prematuro adiós. Pudo superar un set en blanco en contra frente a Daria Gavrilova, pero en los cuartos de final contra Agnieszka Radwanska, una de las grandes maestras del circuito, no tuvo opción a la remontada. Su tenis irradia calidad por momentos y su lugar entre las diez mejores del mundo es más que merecido, pero en Melbourne le faltó un punto de consistencia. De haber demostrado mayor consistencia hubiera podido, si no dar la sorpresa y dejar fuera a Radwanska, sí al menos haberle puesto las cosas difíciles a la polaca. Suárez sigue siendo una de las tenistas cuyo juego es más agradable de ver en una época en la que el físico parece querer marcar la pauta por encima del talento.
La nueva esperanza británica. Alejada de la presión que Inglaterra suele poner en los hombros de sus mejores tenistas, Johanna Konta ha aparecido desde la tranquilidad asturiana de Gijón para convertirse en la gran referente de todo un país. De la mano de Esteban Carril, Konta ha demostrado que el hecho de eliminar a Garbiñe Muguruza en el US Open 2015 no fue una casualidad, sino el aviso de que una perla muy bien trabajada empezaba a hacerse un hueco entre las grandes de la WTA. En el Open de Australia 2016 se ha doctorado como una jugadora a seguir muy de cerca, alcanzando las semifinales. Sólo Angelique Kerber, la campeona del torneo, consiguió truncar el sueño de Konta y de Gran Bretaña, que ya no recordaba la última vez que una tenista local conseguía despuntar en Melbourne. Andy Murray ya tiene compañía en el circuito femenino, y con el punto justo de influencia española, luchará por seguir consolidándose en futuros torneos para que su progresión no se vea frenada.
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