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Nadal lo vuelve a hacer

Eurosport
PorEurosport

Publicado 12/06/2006 a las 11:00 GMT

Rafa Nadal gana la final de Roland Garros a Roger Federer, número 1 del mundo, por 1-6, 6-1, 6-4 y 7-6 (4). Nadal sigue sin perder en París, donde ha disputado 14 partidos y los ha ganado todos, revalidando el título que ganó también en 2005. Suma su vict

Desde la pista central de Roland Garros, desde la Philippe Chatrier, no se pueden ver las salvajes montañas rusas del Parque Asterix, ni siquiera las algo más cercanas y tranquilas de Eurodisney. Sin embargo, los espectadores que han tenido el privilegio de vivir en directo el séptimo enfrentamiento directo entre Roger Federer, número uno del mundo, y Rafa Nadal, número dos y último ganador del torneo, no echarán de menos las fuertes emociones de las atracciones parisinas.
Fue un choque extraño, desde el principio, entre dos titanes, dos monstruos del tenis mundial. Quizás, o sin él, el que vaya a ser el más grande tenista de todos los tiempos, se enfrentaba, otra vez, y ya van cuatro este año, siempre en finales, a un insolente jovencito que busca su sitio en la historia, pasando por encima del que haga falta.
La montaña rusa en la que se convirtió el encuentro vivió su punto más álgido en los dos primeros sets. El vagón en el que iba montado el suizo salió pleno de energía y fue el más rápido en llegar a lo más alto a la cima de la primera manga. Federer, haciendo gala de un tenis exquisito, marca de la casa, con un repertorio sin parangón, y con cara de haber estudiado el tenis de Rafa hasta la saciedad, empezó a buscar el revés del español hasta decir basta, elevando la bola de manera salvaje, dificultando la respuesta de un Nadal que nada podía hacer para contrarrestar la efectividad de los golpes del helvético.
Así, el espejismo del 15-40 para Nadal en el primer juego no fue otra cosa que el reflejo de si mismo, un efecto óptico fruto de las altas temperaturas que, increíblemente, gozaba la "ciudad del amor". Este fugaz momento fue el único del que pudo disfrutar el de Manacor en la primera manga, ya que el resto fue un monólogo atronador de un Federer más que seguro de si mismo. El suizo se subió de salida al primer vagón del partido, de primeras quiso probar la adrenalina de la montaña rusa más empinada, con más desnivel, y uno a uno, fue subiendo todos los escalones hasta la cima, para coronarla con un 6-1 que a punto estuvo de ser un rosco.
Nadal no había cogido el vagón bueno, es más, no había cogido ninguno. Con un tenis errático se perdió el primer viaje del partido, del que sólo disfrutó un Federer, pletórico, jugando el mejor tenis de las dos últimas semanas, 14 días en los que la efectividad y la seguridad habían presidido el juego y la actitud de un ganador. Por el contrario, el tenista español apenas si conectaba dos golpes seguidos acertados. Casi parecía que el varapalo que estaba sufriendo era fruto de sus errores, más de una docena no forzados, que de los éxitos de Roger.
Pero el partido, como las montañas rusas, como la vida, tenía que dar aún muchas vueltas, y el primer looping lo dio después de 37 minutos, lo que tardó Federer en apuntarse el primer set. En el segundo viaje de esta atracción de feria en la que se había convertido la central de Roland Garros, donde Nadal no acertaba a parar el "pim-pam-pum" de Federer, la decoración cambió radicalmente. A los mandos de la locomotora ya no iba el suizo, sino Rafa, que pareció empezar un partido nuevo tras un preludio lejano.
Por el contrario, el que parecía haberse bajado mareado del primer trayecto era Federer, que no se pareció a si mismo en ningún momento de una manga que Rafa solventó en 32 minutos, copiando el marcador de la primera, queriendo subir aún más rápido si cabe a la cima en el segundo viaje del vagón de la final. Federer duplicó los errores no forzados de Nadal en el primer episodio, y el de Manacor se limitó a ponerla dentro. Parecía que el helvético se había olvidado de levantar la bola hasta límites insultantes, y Nadal jugaba a placer, un Nadal que tampoco se parecía al que se había perdido el primer viaje, dejando todo el disfrute a su rival.
Ambos habían probado ya la montaña rusa, la habían disfrutado en solitario, habían vivido grandes emociones, pero el siguiente viaje, quien sabe si el que iba a decidir los siguientes, debían afrontarlo juntos. Debían mirarse cara a cara, de frente y a los ojos, acompañados del miedo a lo desconocido, a las alturas de la historia del mejor torneo delmundo en tierra batida. La igualdad presidió la tercera manga, la que se antojaba definitiva. La sensación en la pista era que ambos jugadores habían mezclado lo mejor y lo peor de si mismos hasta entonces y el guión de este tercer set se ajustó más a lo esperado: Federer con más variedad de golpes, y Nadal corriendo como una bestia haciendo que el rival le ganase el mismo punto cuatro y cinco veces para subirlo al casillero.
Sin embargo la igualdad empezó a no ser tal a medio trayecto, como si en mitad del viaje de la montaña rusa, justo a medio subir a lo más alto, se hubiera cruzado otro vagón cuesta abajo para llevarse con él a Federer. Para más inri, Nadal empezó a sacar mucho más potente y buscando unos ángulos increíbles, hasta el punto de sumar dos aces en el cuarto juego del parcial. Gracias a eso pudo mantenerse en el vagón bueno, y aprovechando la inercia, lograr un break en el siguiente sobre el saque del centroeuropeo que sería definitivo.
Y con el tercer set en la mano, Nadal se dio cuenta que no sólo jugaba contra Federer, sino que el viento, en forma de público, soplaba en contra. Los 15.166 espectadores de la Philippe Chatrier empezaron a dar palmas buscando encorajinar al helvético, gigante con pies de barro, con pies de tierra batida, que parecía trastabillarse de nuevo ante el empuje de la insolencia de un casi imberbe. Pero el de 20 años estaba tan cerca de coronar la segunda cresta de la montaña rusa que no iba a perder su empuje. Con fe, calidad, y perseverancia, Rafa se hizo con el set por 6-4 para romper la moral del número uno del mundo. Esta vez fueron 55 minutos de lucha, algo más acorde con lo esperado de una guerra sin tregua entre los dos mejores del mundo.
¿Sería el siguiente viaje la última vuelta cabalgando en la montaña rusa? Ciertamente. Parece increíble que un jugador que no da una a derechas en el primer set y durante 37 minutos lo único que puede hacer es aplaudir la humillación que le está inflingiendo su rival, se pueda levantar de la nada para devolver la lección al mejor del mundo. Y Rafa lo hizo. No quiso esperar, no tenía por qué. El primer juego del cuarto set fue en el que Federer, con su saque, parecía que clavaba la tapa de su tumba. Rafa logró el break de primeras y casi seguro que ni siquiera en ese momento pensó en la que podía ser la victoria número 60 consecutiva en tierra batida. No puede haber nada más grande que ganar al número 1 en la central de Roland Garros, en el partido final, en un día espléndido, revalidando título. Nadal no sabe lo que es perder en este torneo. Dos participaciones, dos victorias.
A punto estuvo de cerrar el partido con 5-3 a favor y saque de Federer. El 15-30 significaba estar a dos puntos del cielo, de la pirueta mortal más cercana a las nubes, pero Roger se defendió bien y forzó el 5-4.
Y cuando las autoridades ya estaban desenrollando la alfombra, ocurrió el penúltimo golpe de autoridad de Federer: rompió el saque de Nadal, que servía para ganar el partido. El número 1 del mundo dijo no. "Guarden la Copa, esto no está acabado", murmuró abriendo simbolicamente la portezuela del vagón de la montaña rusa, e invitando a subir de nuevo a Nadal.
Tie break. Muerte subita, más difícil todavía. Los dos de la mano hacia lo más alto, pero sólo podía subir uno a la cúspide. Y fue Nadal. Y fue la primera de las dos bolas de partido, con 6-4 en el tie break, donde Nadal realizó su enésimo passing cruzado para poner el gesto de contrariedad en el rostro de Roger Federer y rebozarse otra vez en la arena de los campeones. El suizo había jugado siete muertes súbitas en Grand Slams y había ganado todas. Claro, porque no había jugado nunca ninguna contra Nadal.
Poco más de tres horas de partido, tres horas de montaña rusa, arriba y abajo, tres horas del viaje más increíble jamás realizado, que acaba con Rafa Nadal en lo mas alto. Grande Rafa, Grande Nadal. Lo ha vuelto a hacer.
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