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El lugar de Novak Djokovic

Fernando Murciego

Actualizado 23/09/2020 a las 13:45 GMT

Novak Djokovic levantó su quinto título en Roma, el 36ª Masters 1000 de su carrera. Llegará a Roland Garros con una sola derrota esta temporada, cifras que nos hacen rescatar un viejo debate que no todos comparten. ¿Está el serbio cerca de ser el mejor tenista de la historia?

Novak Djokovic

Fuente de la imagen: Getty Images

Novak Djokovic, campeón. Posiblemente las tres palabras que más veces hayamos leído en un mismo titular esta última década. El serbio lo volvió a hacer esta semana, conquistando el Foro Itálico de Roma por quinta ocasión en su carrera y acaparando su 36º Masters 1000 como profesional. Una cifra que le sitúa en solitario como el jugador que más trofeos ha ganado en esta categoría. Solamente es uno de los tantos registros que podríamos enumerar favorables al de Belgrado, pero hoy el objetivo del artículo no será solamente repasar sus éxitos, sino estudiar la trascendencia y el contexto de su figura. ¿Puede Novak Djokovic convertirse en el mejor tenista de todos los tiempos? ¿Puede serlo ya? ¿Qué le falta para convencer al gran público de que sus logros son ya comparables a los de Roger Federer o Rafa Nadal? No será una pieza fácil de argumentar, solo espero que a muchos les de que pensar.

Pues sí, hoy hemos venido a jugar, con paraguas incluido para la lluvia de críticas. Hemos venido a tocar el tema más manido de todos dentro del mundo del tenis, el del GOAT. Buena parte de la audiencia pensará que a este galardón solo aspiran un suizo y un español, pero lo justo y evidente es ampliar el abanico añadiendo al hombre que más problemas les ha dado a ambos en sus respectivas carreras. Como siempre, para que no quepa duda, vayamos primero con los datos. A día de hoy, Novak Djokovic acumula 81 títulos individuales en su palmarés, 17 de ellos de Grand Slam y 36 de Masters 1000. Por supuesto, ha ganado todos los Grand Slams y todos los Masters 1000, algo que sus dos principales rivales no han conseguido a día de hoy. También ha ganado la Copa Davis y acumula 287 semanas como número 1 del mundo. Es decir, que lo ha ganado absolutamente todo menos la medalla de oro en los Juegos Olímpicos, aunque sí tiene una de bronce. Pese a ello, todavía no tiene el mejor palmarés de los tres, pero aquí es donde entra en juego dos factores claves tan relevantes como variables: el tiempo y la dinámica.
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Los bolazos (pero buenos) que nos ha dejado Djokovic en este US Open 2020

La dinámica está clara, Djokovic lleva siendo el mejor jugador del mundo desde 2011. Si hiciéramos un estudio global comparando quién ha sido más dominador en estos últimos diez años, no habría ni siquiera lugar a réplica. Respuesta única y universal: Novak. La pregunta es, ¿podrá superar las cifras de Federer y Nadal? Teniendo en cuenta que es seis años más joven que el suizo, un año más joven que el español y, lo más importante, que lleva una década recortándoles terreno, todas las hipótesis indican que sí, que es posible. Respecto al suizo, solo está a tres Grand Slams de distancia y a 23 semanas de igualar las 310 que ostenta el helvético en la cima. No parecen retos imposibles, de hecho, a este ritmo es fácil que los obtenga a corto plazo. En cuanto al español, es evidente que nunca levantará doce Roland Garros, pero es que ahora mismo nadie tiene una vitrina tan bien repartida como la del tenista de Belgrado, con múltiples trofeos en los escenarios más importantes, subrayando que su grandeza no entiende de condiciones, estaciones o superficies. Allá donde va, triunfa.
Detrás de los campeonatos, existe otro factor que el aficionado también tiene muy en cuenta, el H2H ante sus rivales inmediatos. Pues bien, en este caso Djokovic ya podría dormir tranquilo porque tanto con Federer (27-23) como con Nadal (29-26) tiene el pulso ganado. Dos rivalidades que comenzaron en clara desventaja para él pero que, con el paso de los años, han ido girando con esfuerzo, maestría y un tenis sin fisuras, rozando lo robótico. Y no, no me vale la excusa de que tanto Roger como Rafa son mayores y que sus mejores versiones forman parte del pasado. Más allá de la edad, estos dos han sido los mejores prácticamente en cualquier época, en todas ellas compitieron y en todas ellas estuvo Novak enfrente dando guerra. De hecho, sirva un dato para reflejar que al balcánico nadie le ha regalado nada: la mitad de sus títulos fueron conquistados habiendo en la final otro miembro del Big4.
Donde jamás podremos unificar al gran público es en los gustos, en aquellas facetas que asoman por encima de los números, lo subjetivo. El estilo, por ejemplo. El carisma. El discurso. La manera tan personal que tiene cada uno de transmitir su pasión sobre la pista. De la elegancia de Federer, con su forma de golpear casi poética, pasamos a la pasión y la garra de Nadal, un tenis mucho más físico y visceral. ¿Y Djokovic dónde lo colamos? Quizá en un término medio, ni tan vistoso como el suizo, ni tan salvaje como el español. El balcánico es un combo de los dos, coge lo mejor de cada casa, pero sin llegar a encasillarse en una determinada filosofía. Es cuando coge el micrófono y explica sus emociones donde realmente desprende carácter, ese espíritu libre y siempre cercano con la prensa. Su lucha no está en gustar más que Federer o Nadal, esa guerra la tiene ya posiblemente perdida. Lo que sí exige es que, más allá de los gustos, el aficionado acepte que la carrera por ser el mejor de la historia es cosas de tres. Voy un poco más allá. Que el aficionado acepte que, a día de hoy, haya personas que ya vean al serbio más cerca que nadie de ese pedestal. Y no hay que alarmarse por ello.
Por último, hay otra cosa en la que Djokovic también se diferencia de Federer y Nadal. Cuando le preguntan cuáles son sus objetivos a estas alturas, el motivo de seguir jugando, el serbio no se esconde: “Quiero ser el tenista con más títulos de Grand Slams y con más semanas en el número 1 del mundo”. Qué fácil resulta ser honesto y qué complicado resulta serlo con una cámara delante. De momento, el sueño del actual líder del vestuario masculino avanza firme hasta la meta, con un balance de 31-1 esta temporada. Solamente un infortunio en Nueva York terminó con su invicto (bravo también para Pablo Carreño por provocarlo), pero el de Belgrado ya ha aprendido la lección. En su regreso en Roma lo pudimos ver: todo sigue igual. El cariño de la gente es quizá el bien más preciado que pueda llevarse un deportista y, en ese sentido, hay dos raquetas que ganan por goleada. Mientras tanto, una tercera voz recorre el carril izquierdo sin preguntar, buscando su lugar. Buscando cambiar la historia.
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