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Wimbledon 2016, Raonic-Murray: Una oportunidad única (15:00)

Agustín Galán

Actualizado 10/07/2016 a las 06:15 GMT

Milos Raonic y Andy Murray protagonizan la final de Wimbledon 2016, la primera de un Grand Slam sin Djokovic, Federer o Nadal desde 2005. El canadiense no ha ganado aún ningún 'major' desde que es profesional, mientras que Murray aspira a levantar el título de campeón por segunda vez en Londres después de conseguirlo por primera vez en 2013.

Andy Murray

Fuente de la imagen: Eurosport

Andy Murray es uno de los jugadores más castigados en la historia del tenis por la etapa que le ha tocado vivir. Con Novak Djokovic, Roger Federer y Rafa Nadal en activo, la gloria ha sido esquiva para el escocés en numerosas ocasiones, perdiendo ocho de las diez finales de Grand Slam que tiene en su trayectoria profesional. A pesar de semejante losa, Murray se las ha arreglado para romper la sequía de siete décadas del tenis británico en Wimbledon y se ha convertido en la gran potencia deportiva de Gran Bretaña por méritos propios, no sin antes sufrir muchos vaivenes psicológicos que lo dejaban siempre apartado de los títulos en los momentos decisivos.
Su camino ha sido muy sufrido, por lo que Murray, consciente a sus 29 años de que la plenitud deportiva es un privilegio muy restringido en el tiempo, no tiene la intención de desaprovechar la oportunidad que tiene ante sí en el All England Tennis Club. Con Rafa Nadal lesionado, Novak Djokovic despedido del torneo en un atípico Middle Sunday y Roger Federer expulsado a cañonazos por Milos Raonic, su rival en la final, la final del 10 de julio de 2016 de Wimbledon será la primera que no cuente con al menos uno de los tres titanes que han tiranizado el circuito ATP en la última década. La última vez que en una final aparecieron dos jugadores distintos fue en 2005, cuando Marat Safin y Lleyton Hewitt compitieron entre sí por alzar el Open de Australia. Desde entonces, Federer, Nadal y Djokovic han sido el denominador común de todos los Grand Slams, en los que Murray ha sabido hacerse hueco en los últimos años y al que ahora se le une Milos Raonic en su primera final de un major.
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Andy Murray (Wimbledon 2016)

Fuente de la imagen: AFP

Murray llega a la final de Wimbledon tras perder las del Open de Australia y Roland Garros a manos de Novak Djokovic, por lo que la sorprendente victoria de Sam Querrey en tercera ronda ante el número uno del mundo debió de suponer un alivio agridulce para el de Dunblane. Por un lado se quitó del medio a su más reciente bestia negra, a la que no encontraba forma de superar; pero por otro parece que la gloria es menor si no está enfrente el tenista de referencia del momento. Una vez llegado a la final, este factor parece totalmente residual en la mente de Murray, que tiene la firme convicción de que tiene nivel para levantar dos torneos más de Wimbledon antes de retirarse. Es de suponer que el de esta edición es uno de los que piensa obtener.
De nuevo bajo la tutela del tranquilo Ivan Lendl y con una relación mucho menos desquiciada con la afición británica del All England Tennis Club, Murray ha dominado cada partido que ha disputado durante las dos últimas semanas, siendo el último frente a Tomas Berdych una clara muestra. Sin superar las dos horas de partido, Murray se deshizo del checo, otrora jugador desquiciante con el que tuvo batallas en las que hasta su entonces novia Kim Sears -hoy esposa y madre de su hijo- increpaba a Berdych desde su box. Las escenas de Murray perdiendo la paciencia por cualquier nimiedad parecen haber quedado en el pasado, y una gran parte de esa madurez deportiva se la debe a un Lendl que reconoce que no está ahí para mejorar nada en su juego, sino para convencerlo de mantener su paz interior.
Cuando se cruce con Raonic, Andy Murray tendrá presente no sólo la reciente final de Queen's, en la que impuso su juego y terminó llevándose el título, sino las ocho finales de Grand Slam perdidas, cicatrices de batallas perdidas aún visibles en su interior. “Aprendes de ellas, eso seguro”, comentó el tenista escocés antes de reconocer que Raonic está jugando el mejor tenis sobre hierba de su carrera. Tendré que jugar muy bien si quiero ganarle”. A sus 29 años, Murray no acusa la presión; simplemente sabe que es una de las últimas esperanzas deportivas de Gran Bretaña y que una ocasión como la que se le presenta este año en Wimbledon no se dan todos los años.
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