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Entrevista exclusiva a Conchita Martínez: "No cambiaría Wimbledon por nada del mundo"

Fernando Murciego

Actualizado 25/06/2024 a las 12:05 GMT

Han pasado 30 años y parece que fuera ayer. Mientras Martina Navratilova tira un passing de revés al pasillo, Conchita Martínez lanza la raqueta al aire con una sonrisa de oreja a oreja. Solo es su tercera participación en Wimbledon, pero se acaba de convertir en la primera española que levanta el título desde Manlo Santana en los años 6

Una imagen de Conchita Martínez en Wimbledon 2023.

Fuente de la imagen: Eurosport

La biblia del tenis está repleta de páginas de oro escritas por jugadores españoles. Inmersos en la gira de hierba, una que siempre nos encanta releer es la de Wimbledon 1994, allí donde una aragonesa de 22 años exprimió todo su talento para conquistar el torneo más prestigioso del circuito. No le importó que fuera en hierba, una superficie adversa para nuestra Armada. Tampoco le importó que al otro lado estuviera Martina Navratilova, leyenda viva del All England Club. Aquel 2 de julio nada estropearía el sueño de Conchita Martínez (Monzón, 1972), el reto de dejar su huella para siempre en un torneo de Grand Slam.
Han pasado 30 años desde entonces, aunque la cabeza nos invite a pensar que no han sido tantos. Tres décadas desde que la tenista de Monzón se convirtiera en la primera mujer española en levantar el plato de campeona en Wimbledon, sensación que reviviría en 2017 como entrenadora junto a Garbin Muguruza. Lo que no ha cambiado en absoluto es la pasión que le sigue despertando este deporte, la que actualmente mantiene recorriendo el mundo y guiando los pasos de Mirra Andreeva. Afortunadamente, Conchita siempre encuentra un hueco en su agenda para atender a Eurosport, más si es para rememorar el día más importante de toda su trayectoria profesional.
Wimbledon 1994, ¿qué te viene a la cabeza?
Un número bonito, se me viene a la cabeza la victoria. Es algo que siempre recuerdo año tras año. En aquel momento fui la primera española en ganar Wimbledon desde Manolo (Santana), desde entonces no habíamos tenido demasiado éxito. Lo recuerdo siempre con mucho cariño, por eso cada año intento volver y pisar de nuevo el All England Club.
¿Lo recuerdas más tú o te lo recuerdan más?
Vienen ambas con la época de hierba. Al haber tan pocos torneos en esta superficie, cuando llega Wimbledon es normal que la gente te lo recuerde, siempre sale ese tema.
¿Recuerdas en qué situación llegaste al torneo?
Estaba bien de ranking, en mi carrera nunca me fui demasiado en ese aspecto. En 1993 ya había llegado a semifinales, o sea que ya tenía buenas sensaciones con esa superficie. Había probado varias cosas, pero lo que hice diferente esa temporada fue irme a entrenar a conciencia sobre hierba durante varias semanas. Tenía la confianza de haberlo hecho bien en los torneos anteriores, venía de ganar Roma y hacer semifinales en Roland Garros. En Roma, de hecho, gané a Martina en la final.
Ese año rompiste tu techo en el Open de Australia (QF) y en Roland Garros (SF). Venías avisando.
Notaba que estaba firmando un gran año, fue de las mejores temporadas de mi carrera, sin lugar a dudas. Sin embargo, nunca marqué mucho la diferencia entre los Grand Slams y el resto de torneos, siempre le di la misma importancia a todos los torneos, quizá por eso gané bastantes. Eso de ‘si pierdo en este torneo no pasa nada’ nunca fue conmigo. Cada día que salía a la pista era casi un asunto de vida o muerte. Intentaba no dejarme ir nunca, no ponía menos intensidad en los eventos de menor categoría.
Era solo tu tercera vez en Wimbledon, ¡son muy pocas!
(Piensa) Un año estuve lesionada, me acuerdo de verlo en televisión. Respecto a los otros… no tengo tanta memoria, la verdad. Supongo que al principio tuve cierta relación de amor-odio con la hierba, hasta que llega un momento en el que cambias el chip.
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Conchita Martínez venció Wimbledon en 1994

Fuente de la imagen: Getty Images

¿Cómo se hace eso?
El día que aceptas que jamás podrás jugar igual en hierba que en tierra. O directamente, el día que aceptas que jamás jugarás perfecto sobre hierba. Para mí es la superficie más complicada, así que hay que aceptar las situaciones. Una vez entendí esa situación, fue cuando llegaron mis mejores resultados.
¿Recuerdas tu primer contacto con la hierba?
Jugando el cuadro junior allí, esa fue mi primera vez en una pista de hierba. Me costó muchísimo en cuanto a movilidad, la sensación era que en cualquier momento me iba a resbalar, o peor aún, me iba a lesionar. Con el paso del tiempo fui aprendiendo a sacar un tenis diferente, aunque siempre es complicado al venir de jugar muchos partidos en la gira de tierra. Cada jugadora necesita su propio período de adaptación.
Te imaginas en ese año de junior que alguien te dice: ‘Tú serás campeona de Wimbledon’.
No, no… imposible. Sobre todo porque mi superficie preferida era la tierra batida, aunque en pista dura también tuve algunos buenos resultados. Al final, si querías estar entre las mejores jugadoras del mundo, estabas obligada a rendir en todas las superficies. Incluso aquellas que aparecían durante solo algunas semanas de la gira para luego desaparecer. Pero sí, hubiera sido increíble saber que ganaría Wimbledon antes que cualquier otro Grand Slam.
¿Qué hace falta para jugar bien en hierba?
Hay que ajustar algunos detalles, desde la forma de moverte hasta cambiar el swing del golpeo, hacerlo un poquito más corto. Buscar tiros más directos, menos liftado y más plano, aunque actualmente todavía le puedes pegar con efecto. El movimiento es diferente, tienes que estar más flexionada, a esa altura es donde tienes que impactar la bola.
Tiene que ser muy cansado.
Imagínate estar todo el rato flexionado, los cuádriceps enseguida se te cansan y tienes que tirar más de espalda o de glúteos. Es importantísimo jugar flexionado, es fundamental porque tienes que entrarle por debajo a la bola, ya que prácticamente no bota. Toda la parte de glúteos y espalda baja se carga muchísimo.
Decías que en 1994 te centraste sobre todo en adaptarte a la superficie, pero fuiste directa a Wimbledon, sin pisar otro torneo sobre hierba.
Eso es, me fui unas semana antes a preparar la hierba, sin competir. Tampoco teníamos tantos torneos como ahora, ahora tienes torneos desde la semana siguiente a Roland Garros. En mi época no existían los Nottingham, Birmingham y compañía, así que me fui a un hotel con cinco pistas de hierba que, aunque no fueran demasiado buenas, eran mejor de lo que podías encontrarte por ahí. Trabajé mucho en la adaptación a la superficie, a veces es mejor ampliar tus días de entrenamiento que competir.
¿Te acuerdas del cuadro?
Me vas a tener que ayudar (risas).
Rene Simpson en primera ronda, Nana Smith en segunda ronda…
… japonesa, sí, jugaba planito.
Nathalie Tauziat en tercera ronda.
Esa sí, Pista 1. Me acuerdo porque era muy peligrosa en hierba, se venía constantemente a la red.
Los tres primeros partidos los cerraste con idéntico marcador: 6-1, 6-3. Luego llegó Radford en octavos y ahí tocó remontar: 3-6, 6-3, 6-4.
Este tuvo algo más de historia, porque los partidos se fueron alargando y me fui casa a descansar, pero de repente no sé qué pasó que me tocó volver corriendo y entrar rápido a pista. La verdad es que empecé un poco empanada ese partido…
A partir de aquí la cosa se pone seria: Davenport en cuartos de final (6-2, 6-7, 6-3), McNeil en semifinales (3-6, 6-2, 10-8)…
Impresionante la tensión que se vivió en ese partido. Ya con Davenport fue muy complicado porque el estilo era totalmente diferente al de Tauziat, más de saque-red. Venía muy entrenada de hacer passings todo el torneo, pero Davenport era una jugadora más de pegar piñas desde el fondo de la pista. Recuerdo que la gané varias veces al principio de mi carrera, ella sufría mucho con mi slice. Todos los partidos fueron durísimos, pero con McNeil fue una locura, venía de cargarse a Steffi Graf, estaba jugando su mejor tenis, así que me exigió mucho mentalmente.
… y para terminar, Navratilova en la final (6-4, 3-6, 6-3).
Con casi 38 años, iba a por su décimo Wimbledon, pero ese año ya le había ganado en la final de Roma y eso me hizo tener un extra de confianza. Venía jugando bien en hierba, me encontraba cómoda, además fue un año bastante seco porque solo llovió el primer día. La bola botaba un pelín más, eso me daba cierta seguridad, me permitía acercarme un poco más a mi juego.
Antes de esa final, el H2H con Martina estaba 3-1 a tu favor.
Las cuatro veces nos habíamos enfrentado en Roma… lo que pasa es que ahora era en Wimbledon (risas). Hablamos de una jugadora que había ganado nueve títulos allí, entre muchísimos otros torneos, y que la hierba se le daba de maravilla […] Pero sí, cuando tienes un H2H positivo ya tienes algo ganado mentalmente, te convences de que lo puedes volver a hacer, eso me ayudó a estar concentrada todo el partido y hacer lo que tocaba.
¿Lo tenías claro tácticamente?
Sabía perfectamente cómo me iba a jugar, que haría mucho saque-red, mucho resto-red, así que yo sabía exactamente lo que tenía que hacer. Otra cosa es que puedas hacerlo, porque muchas veces tienes la teoría clara pero tu rival no te permite llevarlo a la práctica. Si no te dejan jugar es complicado. Cuando perdí el segundo set se me empezó a cargar un poco el glúteo, eran muchos partidos encima y venía de una semifinal bastante física y larga. No es fácil recuperarse en hierba, me noté ciertas molestias, en ese momento no sabía lo que podía pasar…
Pero lo sacaste.
Mantuve la concentración, creí hasta el final que podía ganar.
¿Qué se siente al ganar Wimbledon?
Es difícil, incluso para nosotros que estamos ahí […] Es una alegría inmensa, en el último punto es cuando puedes respirar por fin, un subidón de felicidad y muchísima satisfacción por ganar un título así.
Entre 1982 y 1996 solo tres mujeres ganaron Wimbledon: Steffi Graf, Martina Navratilova y tú. Tres campeonas en 15 años.
¡Esta no me la sabía! (risas) Era muy difícil, desde luego. Solo con que hiciera un poco mal de tiempo, la bola ya se aceleraba, te superaba. Las condiciones era muchísimo más rápidas que ahora, la bola apenas botaba por aquella época.
¿Alguna anécdota de aquel día?
Si ves el vídeo del partido, hay un momento entrañable cuando me están tratando el glúteo, que viene Martina y me tapa con una toalla. Luego en el vestuario no recuerdo nada en especial, me felicitó y quedó todo bien, fue muy cariñosa conmigo al terminar.
¿Se celebró como tocaba?
Sí, sí. Solo te diré que vi amanecer al día siguiente (risas). Ese domingo me compré todos los periódicos de allí, tenía unos amigos que cogieron todos los diarios donde aparecía yo en la portada.
Más allá de lo económico y del palmarés, ¿cambió algo tras aquel 2 de julio?
Yo creo que siguió todo igual, me mantuve en todo momento con los pies en el suelo. Recuerdo ponerme muy seria conmigo misma en ese aspecto, porque todo el mundo quiere acercarse a ti cuando ganas un Grand Slam, pero mi plan siempre fue seguir trabajando tan duro como de costumbre, como si no hubiera pasado nada. Obviamente, los días siguientes recibí algunos reconocimientos en Madrid y Barcelona, hubo 3-4 días de eventos, pero al quinto ya necesitaba volver a entrenar y pensar en el próximo torneo. Eso fue lo mejor que pude hacer, seguir con mi rutina habitual y marcarme nuevas metas.
Debe ser complicado no perder la cabeza…
No sé lo que es eso, siempre intenté mantenerme ajena a todo lo extra deportivo. La realidad es que iba un poco a mi bola, sin prestarle mucho atención al ruido de fuera.
¿Aumentó tu respeto dentro del vestuario?
Quizá, puede ser… pero antes de ganar ese torneo ya era top5 mundial, el respeto estaba ahí antes de ganar ese Grand Slam, ya había ganado otros torneos. Pero sí, es verdad que un Grand Slam te consagra, es lo más grande a lo que puedes aspirar.
¿Hay algo negativo en ganar un Grand Slam?
Por mi parte no, es algo impresionante. Lo malo sería que no puedas mantener los pies en el suelo y se te vaya la cabeza. Quitando esto, ganar un Grand Slam es lo mejor que te puede pasar, pero necesitas un buen grupo de personas alrededor.
Quizá lo malo de ganar tu primer Grand Slam es que nunca esperas que sea el último.
Mi cabeza me dijo: ‘Seguiremos trabajando para intentar ganar más’. Luego estuve en otras dos finales, no es que ganara Wimbledon y desapareciera del mapa, así que estoy muy orgullosa de la constancia que tuve en mi carrera. En 1995 volví a hacer semifinales en Wimbledon…
… ¡hiciste semifinales en los cuatro Grand Slam!
Fue un gran impulso, me sirvió para ser muy constante en Grand Slam, rara vez me veías perder en primeras rondas. Para mí, la consistencia y la regularidad han sido algo que me han marcado en positivo, lo valoro muchísimo.
De no haber ganado Wimbledon, ¿cómo valorarías tu carrera?
Hubiera sido distinta, por supuesto, Wimbledon de alguna manera marca mi carrera, me permitió ganar un Grand Slam. Hubiese ganado igualmente 32 torneos, más las Copa Federación y algunas medallas, así que habría sido igualmente una carrera exitosa. Pero sí, ganar Wimbledon supuso la diferencia.
El año pasado, hablando con Àlex Corretja sobre su título de maestro, me confesaba que, de alguna manera, necesitaba un título grande para reforzar su trayectoria, para irse un poco más tranquilo.
A ver, es que se dicen pronto todas estas cosas, como llegar la Nº2 del mundo. Por supuesto que estoy satisfecha con todo lo que hice […] Pero bueno, como no es el caso, no sé cómo me hubiera sentido de no haber ganado Wimbledon. También me hubiera gustado ganar Roland Garros y el Open de Australia, pero me quedé en la final.
Dos cicatrices dolorosas.
Yo estoy orgullosa por todos los torneos que gané y todo lo conseguido. Ganar un Grand Slam te consagra, esa es la realidad. ¿Si estoy decepcionada por no haber llegado al Nº1? Pues claro, el jugador siempre quiere más, pero hay que ser agradecido con lo que tienes, hay que valorar todo lo ganado.
Por cierto, ¿tienes la percepción de que hayan pasado 30 años de aquello?
Son muchos años, quizá no tenga esa sensación, todavía me siento joven y con ganas de vivir del tenis, de mi pasión. No siento que hayan pasado 30, la verdad.
¿Habrá homenaje este verano?
Pues sí, ya recibí una carta y me van a hacer un pequeño homenaje. Me han invitado las dos semanas para estar en el Royal Box, normalmente siempre me invitan para la final, pero este año serán más días.
No muchas pueden presumir de haber ganado Wimbledon como jugadora y como entrenadora. ¿Cómo fue aquel 2017 con Garbiñe?
Vivirlo como entrenadora fue algo muy bonito, muy gratificante, muy especial. Todo ese torneo fue muy emocionante, contenta por ver a Garbiñe ganando ese título, cuando creas un vínculo tan especial con una jugadora luego todo sabe mucho mejor.
¿Fuiste clave en ese éxito?
Eso no tendría que decirlo yo (risas). Imagino que le ayudé durante el camino al título, pero Garbiñe ya era una jugadora muy buena que había ganado cosas sin mí. Trabajábamos muy bien juntas, eso es verdad.
La última, Conchita. ¿Cambiarías por algo tu título en Wimbledon?
No, no, no lo cambio por nada del mundo. Wimbledon siempre estará en mi corazón, es un torneo diferente, es el más especial de todos.
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