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Blog Uría: Goles y relaciones públicas
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Publicado 05/02/2017 a las 00:47 GMT+1
No importa quién marque los goles, ni la identidad del que los convierta, ni quién debe ser el nueve titular. Sólo importa el equipo. Que funcione.
Atletico Madrid's forward Fernando Torres reacts during the Spanish league football match Club Atletico de Madrid vs Club Deportivo Leganes SAD at the Vicente Calderon stadium in Madrid on February 4, 2017.
Fuente de la imagen: AFP
En toda temporada, al calor de los resultados, surgen debates. Algunos viciados e interesados, otros honestos y normales. La mayoría conllevan, de manera implícita, juicios sumarísimos y prejuicios extraños. Otros se corresponden con certezas: no hay nada malo en contar que Fernando Torres ha hecho un mal partido si lo ha hecho, en explicar que Gameiro no está teniendo el índice de acierto necesario si sus números no son los ideales, ni en revelar que Correa todavía no ha explotado todo su talento, ni en deducir que Carrasco está lejos del promedio goleador del inicio de campaña. Ni siquiera en confesar que el Atlético, como dijo Simeone a tumba abierta y en público, tiene una dependencia goleadora brutal de Griezmann. En todo eso hay verdad. Como en no dejar que los gustos nublen la vista y no nos permitan señalar que Gameiro, Torres, Correa o Carrasco, buenos futbolistas, están alternando grandes actuaciones con otras bastante más discretas.
La realidad del Atlético es la que es. Temporada irregular, capaz de lo mejor y lo peor, lesiones, dudas y resultados menos brillantes que en otras campañas. De ahí el nivel de crítica, desmesurado. Y el nivel de autoexigencia del Cholo, que es un rascacielos humano. En ese contexto, asumamos que el Atlético, salvo en tiempos de Falcao o Costa, nunca ha tenido una pegada brutal en los últimos años. Kevin Gameiro , que no es ningún paquete y que en Sevilla brilló, alterna partidos aceptables con actuaciones inadvertidas. Fernando Torres, experto en el arte de jubilar a sus jubiladores, es capaz de no tocar un balón en un partido y de hacer dos goles quince días después. Correa, que cuando madure y mejore la finalización, será uno de los mejores delanteros del mundo, ha jugado poco y marcado mucho, pero no acaba de romperla. Carrasco, que no es delantero nato, tuvo arranque de caballo andaluz y después de su pataleta con el míster y de dejar caer lo de jugar en la derecha, ha tenido parada de burro manchego. Y Griezmann, jugador franquicia del equipo, alterna grandes rachas goleadoras con sequías que hacen palidecer al equipo. Señores, a este Atlético le está faltando tanto gol como regularidad.
Dicho eso, conviene recordar que desde la irrupción de Simeone, al margen del mejor Falcao o Costa, el Atlético nunca ha sido un equipo de delanteros, sino de centrocampistas. Si los medios tienen piernas frescas, realizan una buena presión y mantienen el exigente ritmo físico que exige Simeone, las ocasiones se multiplican. Cuanto más roba el Atlético, más produce. Y cuanto más cerca del área quita, más ocasiones tiene. Así de fácil. Luego están los gustos, opiniones, argumentos y momentos. Esos deben ser los ingredientes de cualquier debate deportivo que se precie, siempre y cuando nazcan desde la más absoluta normalidad y desde un punto de vista innegociable: preferir a un jugador no implica asesinar la reputación de un compañero. En el caso que nos ocupa, el de quien esto escribe, la preferencia está clara Si fuera por gustos, uno alinearía siempre a Gameiro y después a Torres. Y a Carrasco antes que a Correa. ¿Significa que siempre deben jugar ellos? No. Como tampoco significa que Torres o Carrasco no tengan mejores momentos y picos de rendimiento mejores que otros compañeros durante la temporada. Eso es trabajo del entrenador. Detectar su momento, creer en su trabajo y apostar por ellos.
Hay ocasiones en que los debates, lejos de ser naturales en lo deportivo, rozan lo masoquista. Y cuando los resultados no son buenos, algunos se impacientan. Alabar a Gameiro no sirve si con ello se mancha la reputación de Torres. Llamar ex jugador a Torres porque nos gusta más Gameiro no ayuda al Atlético, lo debilita. Y uno no es más colchonero si para hablar bien de Correa tiene que ensuciar el nombre de Carrasco. No. Ese no es el camino. La palabra equipo tiene una extensión demasiado grande. Y Simeone, que es el que más sabe de esto de aquí a Lima, tiene algo muy claro. Él habría matado por tener a Costa en el Calderón este verano, pero como aquello no pudo ser, tiene lo que tiene. Lo que el club le pudo traer y le supo mantener. Y mueve sus piezas sin importarle el nombre o el dinero, con una intención muy sana: elegir lo que él cree mejor para el Atlético. En eso consiste un equipo. En el compromiso de exigir lo mejor y tener claro que, cuando alguien no tiene el día, se llame como se llame, lo mejor es dar entrada al compañero. Y en caso de duda, recuerden y hagan memoria: el Atlético siempre ha sido un equipo de mediocampistas, no de delanteros.
No importa quién marque los goles, ni la identidad del que los convierta, ni quién debe ser el nueve titular. Sólo importa el equipo. Que funcione. Y que once voluntades se fundan en una sola para moverse como un solo hombre. ¿Marcó Gameiro? Perfecto. ¿Fue el mejor Torres? Divino. ¿Fue Correa? Espectacular. ¿Carrasco? Aplaudan. Pero para hablar bien de un delantero del equipo no sirve echar porquería sobre otro. Uno no se va contento a casa si dos goles de Torres sirven para sepultar a Gameiro. Y tampoco es feliz si un doblete del francés sirve para pedir en plaza pública que Torres sea declarado jubilata. Eso no suma. Sólo resta. El único objetivo es ser cada día mejor como equipo. Y eso se consigue logrando que los tipos que pagan su abono tengan claro que los que llevan la camiseta rojiblanca, además de nombres, lucen en el pecho algo mucho más importante, el escudo. Ese que no se pisa y que no entiende de egos. Marcar goles es maravilloso. Ser un equipo es mucho más importante. Sólo así se ganan títulos. Lo otro son, con perdón, son relaciones públicas.
Rubén Uría / Eurosport
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