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Blog Uría: Una ambición llamada Yannick
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Publicado 31/10/2016 a las 12:16 GMT+1
Sus armas, escuela de la calle y personalidad arrolladora. No importa de qué equipo seas. Si te gusta el fútbol, te gusta Yannick Carrasco.
Yannick Ferreira Carrasco (R) celebrates after scoring
Fuente de la imagen: AFP
"Aquí juega quien lo merece, no me voy a dejar presionar. Si sos bueno y no trabajás, te quedás. Si no estás al ritmo de los demás, te quedás. Si no sentís al equipo, te quedás seguro”. Sólo a través del discurso de Simeone para una empresa ferroviaria se puede metabolizar la progresión meteórica de Yannick Carrasco. Juega porque lo merece, porque se rebeló cuando le costó entrar en el once, porque trabajó a destajo, porque se puso al ritmo de los demás y porque siente al equipo. Al igual que Griezmann, el belga llegó al Calderón como un jugador de uno contra uno, velocidad y clase. El Cholo le desafió emocionalmente para superarse y crecer. Y como el delantero galo, aguantó su paso por el banquillo, no desesperó, apretó los dientes sin una sola queja y somatizó el ardor guerrero del grupo y la preparación física casi paramilitar del Profe Ortega. De primero de cholismo: con talento sólo no alcanza en un equipo donde el esfuerzo no se negocia. Carrasco, velocista con talento, vio la apuesta del Cholo y la subió: incorporó sudor, compromiso e inteligencia táctica. Y con eso, se ganó la confianza de su entrenador, el respeto del rival y al aliento del entregado público del Calderón. A lo Futre. A lo Torres. A lo Griezmann. Su peso, el de un futbolista descomunal.
Después de las dos cicatrices imborrables de dos finales de Champions perdidas, los atléticos vuelven a tener el depósito de ilusión lleno a rebosar. Siguen convencidos de que, si se trabaja y se cree, se puede. El fuego de esa pasión inexplicable llamada Atleti es inextinguible y con Carrasco, sobran los motivos para que sea así. Un día es una carrera desenfrenada por la banda, otro es una falta a la escuadra, al siguiente es un disparo terrorífico y casi siempre, es un regate extraordinario en conducción. Levanta al público del asiento, contagia a los compañeros y gana partidos. Atrás quedan aquellos días en los que algunos colchoneros, dolidos por la fuga de Arda Turan, consideraron el fichaje de Yannick – 17.2 millones de euros en dos plazos, con 25% de su hipotética venta para el Mónaco- como una contratación insuficiente, casi de segunda fila. Apenas le habían visto, no sabían qué podía dar y tenían serias reservas sobre si un extremo, en teoría puro, podría triunfar en el fútbol de Simeone. Hoy Carrasco ha reducido a cenizas aquellas sospechas. Nadie le discute, todos le adoran.
Extranjero atípico en la historia del club – desde que era niño, su sueño era jugar en el Atleti-, el belga se ha destapado como uno de los mejores fichajes del Atleti en los últimos años. Si sigue escuchando a Simeone y le respetan las temidas lesiones, está llamado a dejar huella formando parte de un selecto club: el de los ídolos del Calderón. Pocos lo consiguen. Y los que lo logran, tienen ese estatus de por vida. Renovado hasta 2022 – con cláusula de 100 millones, dicen, a falta de oficialidad-, está comprometido con la rojiblanca y sabe cómo ha triunfado el Manzanares. A base de una ambición desmedida, que es su mejor virtud. Superación personal, rebeldía, insistencia y liderazgo. Todo eso demanda Simeone y otro eso ofrece Carrasco. Regate endiablado, descaro de free-styler, huracán desatado, descarga eléctrica al espacio y mortal en el área, Carrasco se ha metido al público en el bolsillo. Al hincha del Atleti y también al aficionado neutral. Su fútbol es universal porque, simplemente, devuelve el precio de la entrada. Corre como un gamo, mete el pie siempre, quiebra en seco cuando gusta y envuelve en llamas el Calderón en cada cabalgada. Su premio, una atronadora ovación. Su meta, dar espectáculo. Sus armas, escuela de la calle y personalidad arrolladora. No importa de qué equipo seas. Si te gusta el fútbol, te gusta Yannick Carrasco.
Rubén Uría / Eurosport
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