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Historias Eurosport: 25 Años desde que España entera lloró un penalti fallado en A Coruña

Anton Lestón

Actualizado 18/05/2019 a las 09:13 GMT

Hay heridas que, por mucho que pasen los años, el tiempo nunca cerrará. Que se lo pregunten si no a los aficionados al Deportivo de la Coruña, que todavía siguen teniendo pesadillas con lo sucedido el 14 de mayo de 1994. Aquel día, el Dépor pudo ser por primera vez en su historia campeón de Liga, pero no. Djukic pudo ser el gran héroe, pero no. Y todo, por no hacerle caso a su mujer...

González atrapa el penalti tirado por Djukic

Fuente de la imagen: Eurosport

El trasvase de la década de los ochenta a los noventa fue quizás una de las épocas más tristes que se recuerdan en la sociedad gallega. Pueblos que se quedaron para siempre con el estigma de ser el epicentro de la drogadicción que vivía España, el horror que se vivió con la tragedia del Casón y la inestabilidad política que se vivía por esos y más motivos eran las causas de la depresión galaica.
Sin embargo, algo estaba creciendo en el Norte para cambiar el rostro de la población. Como el ejército de los muertos más allá del muro en Juego de Tronos, Augusto César Lendoiro, ejerciendo del Rey de la Noche, estaba formando un equipo que conquistaría primero el norte para acabar coloreando a toda España de blanquiazul. El presidente tenía un plan que no acababa de creerse nadie. Iba a hacer del Dépor, un equipo que navegaba a la deriva por mitad de la Segunda División, uno de los mejores equipos del país.
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Augusto Cesar Lendoiro

Fuente de la imagen: Eurosport

Nacido en Corcubión, un pequeño municipio de la provincia de A Coruña, Lendoiro ya lo había hecho con el Liceo de hockey y se propuso repetirlo en el deporte rey. En su segundo año empezó a cumplir lo prometido. Una victoria contra el Murcia en la última jornada sentaría la primera piedra del gran proyecto que estaba por venir. El Deportivo de la Coruña estaba de vuelta en Primera División.
La primera temporada en la élite fue, como se intuía, complicada. Se salvó al final, en la promoción de descenso tras vencer al Betis, lo que hermanó a coruñeses y sevillistas para toda la vida. Para la segunda, el presidente comenzó a hacer realidad toda aquella obra que él ya había dibujado en su cabeza. Los protagonistas serían brasileños, un mediocentro y un delantero que se ganarían un hueco en la memoria de todos los aficionados al fútbol español.

Samba en A Coruña

Mauro Silva y Bebeto llegaron a A Coruña en el verano de 1992. Desconocidos para la mayoría, pronto comenzaron a hacer relucir sus nombres para acabar siendo titulares en la Brasil campeona del mundo en 1994. Le ayudó el entorno, claro, que tan bien habían seleccionado entre mandatario y técnico para rodear a los nuevos ídolos de la hinchada coruñesa.
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Bebeto y Mauro Silva. FUENTE: DIARIO AS

Fuente de la imagen: Eurosport

Liaño, que ya había sido Zamora en Segunda División y lo sería dos veces en Primera, Djukic, Aldana o Fran eran piezas de mucha calidad que encajaban a la perfección con las dos estrellas. Pero alguien debía montar el puzzle y de ello se encargó Arsenio Iglesias, que pretendió dejar el equipo tras sellar el ascenso, pero que tuvo que volver al año siguiente para mantenerlo en la máxima categoría. ‘O Zorro de Arteixo” era, y es, el reflejo de todo gallego. Tranquilo y prudente, pero atrevido. Cariñoso y agradecido, pero desconfiado.
La osada promesa de Lendoiro se cumplió en aquella temporada 1992-93 y el Dépor terminó en tercera posición. Nació entonces el prefijo ‘Súper’, aunque la entidad coruñesa había logrado ya un segundo puesto en la época dictatorial. Ya estaba entre los mejores, pero la gente quería más y al año siguiente llegó la explosión total de aquella plantilla.
El recién llegado Donato le quitó rápidamente el puesto a un Aldana maldecido por las lesiones y el equipo se convirtió en una muralla impenetrable con Fran, Bebeto y Claudio como arqueros hacia la meta rival. El plan de Arsenio funcionó y una victoria ante el Racing de Santander en la jornada 14 dejó al equipo líder. En lo alto se mantuvo hasta el fatídico momento y llegó a la jornada 35, a tres del final, con tres puntos de ventaja sobre el Barça de Cruyff (las victorias valían dos puntos y los empates uno).
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Arsenio Iglesias. FUENTE: REVISTA PANENKA

Fuente de la imagen: Eurosport

El legendario técnico holandés, sabio como pocos, comprendió que la falta de experiencia deportivista era lo único que le podía acercar su cuarta liga consecutiva. Por eso, tres meses antes del desenlace final, tras una derrota por 6-3 en la Romareda, quiso meter presión: “Si sumamos 28 de los 30 puntos que quedan, seremos campeones”. Como casi siempre, acertó. Su decisión de colocar sus partidos siempre antes que los del líder también ayudó.

PÓLVORA MOJADA

El caso es que el Dépor a falta de cuatro encuentros lo tenía en su mano. Los dos primeros serían ante Lleida y Rayo, dos equipos que terminarían descendiendo aquella campaña. Como no podía ser de otra manera, la confianza rebosaba en el ambiente. Liaño, con solo 18 goles encajados (Solo Oblak en 2016 recibió tan pocos como él en una temporada) y el engranaje defensivo de Arsenio eran una garantía de que la meta coruñesa se iba a quedar a cero, y el talento de los tres de arriba debían hacer el resto.
Pero no, ni contra el Lleida ni contra el Rayo aparecieron Bebeto y compañía. La esperanza pasó entonces por animar al Madrid en la penúltima jornada durante el clásico. Pero tampoco pudo ser. El Dream team conquistó el Bernabéu por primera vez y el Dépor se vio obligado a ganar en Logroño para depender de sí mismo en la última jornada.
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Amor celebra su decisivo gol en el Bernabéu. FUENTE: DIARIO SPORT

Fuente de la imagen: Eurosport

Con más de 8.000 aficionados acompañándolos, los blanquiazules cumplieron gracias a los goles de Donato y Manjarín, y se quedaron, por primera vez en su historia, a una victoria de ganar la Liga. “Será una semana larga y dura”, presagió el técnico de Arteixo en rueda de prensa.
A Coruña, Galicia y España se vistió de blanquiazul para apoyar a un conjunto que se había colado entre los grandes. Que había conseguido acceder a un lugar que no le correspondía, y eso, le encantaba a la gente. Incluso algunos culés admitían que no les importaría mucho no salir campeón si su relevo iba a ser el equipo gallego.
La ciudad de la Torre de Hércules, en concreto, enloqueció. Los mercados, los autobuses, las escuelas, los monumentos. Absolutamente en todos los lugares se podían ver muestras de apoyo. Sin embargo, en los rincones más escondidos seguía dejándose notar el sello tan gallego que muestra el pesimismo. Incluso el mejor portero de aquella liga lo admitía, “Da vértigo ver a la gente festejar algo que no hemos conseguido”, advirtió Liaño durante aquella ilusionante semana de mayo del 94.
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Deportivo de la Coruña 1993/94. FUENTE: César Quián (La Voz de Galicia)

Fuente de la imagen: Eurosport

Llegó el día, el sábado 14 de mayo, en casa y ante el Valencia. El Barça jugaba en el Camp Nou ante el Sevilla y se esperaba una victoria, pero daba igual lo que hiciesen porque esta vez dependía única y exclusivamente de lo que pasase en Riazor. Aunque el marcador en A Coruña no se movía y las alegrías había que buscarlas en Barcelona, donde el Sevilla se adelantó hasta dos veces gracias a los goles de Simeone y Súker. Al descanso, el Dépor era campeón de liga por primera vez en sus 88 años de historia.
No iba a ser tan fácil y las indicaciones de Johan en el descanso sirvieron para que el Barça remontara al Sevilla hasta ponerse 5-2. El título se escapaba y la gente no dejaba de preguntarse quién había mojado la pólvora de un equipo que se había mantenido líder durante más de veinte jornadas. La zaga valenciana llegó a quitar un balón sobre la línea tras un córner y todo parecía indicar que aquella vez tampoco iba a poder ser.
La afición ya se había acostumbrado a eso de que el ‘Meigallo’ amenazase con amargar una tarde de alegría cuando en el choque por el ascenso ante el Murcia dos años antes, había ardido la cubierta de tribuna antes del pitido inicial. Sin embargo, en aquella ocasión, el susto había acabado en celebraciones por todo lo alto y, en esta, por lo menos hasta los últimos minutos, parecía terminar en una depresión colectiva.
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Incendio en Riazor en 1991

Fuente de la imagen: Eurosport

"Mucho que decir y poco que contar"

Pero Bebeto había llegado para convertirse en héroe dos años antes y apareció. El brasileño asistió a Nando dentro del área y Serer le hizo una entrada que López Nieto no dudó en señalar como penalti. En el Camp Nou ya había concluido el encuentro y todo un título de liga se decidiría entonces en aquel disparo desde los once metros.
El elegido por Arsenio para lanzar las penas máximas era entonces Donato, que había suplido a Bebeto en la función tras varios errores importantes del delantero. Pero el hispano brasileño, que había estudiado en profundidad al insólito guardameta ché, ya estaba en el banquillo.
José Luis González Vázquez era el portero del Valencia. Aquel, significaba su décimo segundo encuentro tras dos temporadas en la disciplina valenciana y había sido titular por la expulsión de Sampere una jornada antes en el Pizjuán. Precisamente, en Sevilla ya tuvo que entrar a detener un penalti y ahí fue cuando Donato supo que, si le tocaba a él, se lo tiraría a la izquierda del guardameta.
Pero le tocó a Djukic. La cara y el gesto del serbio antes de tomar la carrerilla siguen impactando todavía hoy a la hinchada coruñesa. Quizás, en aquellos segundos previos al momento más importante de su carrera, recordó las palabras que su mujer, Ceca, le había dicho antes del decisivo partido: “Por favor, si hay un penalti no lo tires”. El serbio no le hizo caso y allá fue.
Disparó a su izquierda, no a la izquierda a donde tiraría Donato, y allí se encontró con el jarro de agua fría más dramático de toda la historia del campeonato. González lo detuvo y lo festejó como si le fuese la vida en ello. “La verdad es que me pareció exagerado el gesto de González, parecía que acababa de ganar la Copa de Europa” llegó a comentar López Nieto varios años después. Luego se supo que cada jugador había conseguido una prima de tres millones de pesetas por mantener el empate y todo cobró más sentido.
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Djukic lanza el penalti que va a detener González. FUENTE: DIARIO SPORT

Fuente de la imagen: Eurosport

La otra cara de la moneda fue la de Djukic, la de los once deportivistas sobre el terreno de juego, la de las 30.000 almas en Riazor y la de millones de espectadores que veían desde sus casas como aquel conjunto que habían apadrinado como segundo equipo se quedaba sin su más que merecido premio. “Mucho que decir y poco que contar” resumiría Arsenio en sala de prensa.

Una cicatriz que no se cerrará

El fútbol otorgó una oportunidad de revancha al Dépor y los de Arsenio la aprovecharon ganándole al Valencia la final de la Copa del Rey del año siguiente. Riazor pudo ver incluso, como la historia sí tenía un final feliz en el año 2.000, cuando Donato sí pudo contribuir a la victoria ante el Espanyol que certificaba la primera liga para los blanquiazules. Pero ni así.
La parada de González no se olvidó con la Copa del Rey de 1995, ni con la Liga del 2000, ni siquiera con la épica victoria en la Copa del ‘Centenariazo’ en 2002. Tampoco con las geniales campañas europeas del equipo. El penalti de Djukic no dejó de llorarse ni siquiera cuando el Dépor volvió a vivir el drama del descenso. Y, es que, aquellos minutos de tensión y aquella carrerilla hacia la gloria que terminó en el infierno, forman ya parte de la historia y el escudo deportivista. Y no se olvidarán nunca, por mucho que ya hayan pasado 25 años.
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Djukic se derrumba tras el pitido final. FUENTE: EL PAÍS

Fuente de la imagen: Eurosport

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