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Mundial de fútbol de 1962: El más duro que se recuerda

Eurosport
PorEurosport

Actualizado 08/11/2022 a las 09:09 GMT

Nuevo triunfo brasileño y eso que Pelé sólo jugó el primer partido, contra México, justo antes de lesionarse. En esta edición del torneo se pudo asistir a uno de los encuentros más destacados de la historia de los Mundiales: la Batalla de Santiago entre Italia y Chile.

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En Chile, al pie de los Andes, el combinado canarinho conquistó su segunda Copa del Mundo consecutivo, a pesar de la ausencia de Pelé. Sin embargo, si por algo será recordado este campeonato será por la excesiva dureza con la que se emplearon los jugadores.
Después de dos citas seguidas disputadas en el Viejo Continente, los máximos responsables de la FIFA decidieron volver a llevar un Mundial a Sudamérica, doce años después de Brasil 1948. Pese a ello, lo cierto es que la elección de Chile extrañó a más de uno ya que hubo quienes consideraron que el país no disponía de las infraestructuras adecuadas (estadios, carreteras de acceso o capacidad) y que era incapaz de albergar un acontecimiento de semejantes dimensiones.
Cincuenta y seis selecciones (nuevo récord) participaron en la fase de clasificación. En la misma cayeron Francia y Suecia, dos de los pesos pesados del torneo de 1958. Por desgracia, muchos de los partidos de la fase de grupos, como el URSS-Yugoslavia, Chile-Italia y Alemania Occidental-Suiza, se estropearon por culpa del exceso de violencia de los futbolistas de uno y otro bando.
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Pele, 1962, Mundial

Fuente de la imagen: Imago

El lado feo y violento de este deporte asomó la cabeza por primera vez en esta competición... y lo hizo de forma particularmente perceptible ya que los jugadores de Brasil (con problemas para encontrar su ritmo) no pudieron exhibir su habitual estilo alegre, mágico e imaginativo. La lesión sufrida por Pelé contra Yugoslavia no facilitó las cosas. O'Rei salió cojeando pero, a pesar de todo, sus compañeros, dirigidos por Garrincha y Zagallo, consiguieron clasificarse para los cuartos de final, algo que no lograrían ni Uruguay ni Argentina ni Italia.
Una agradable sorpresa
La sensación del torneo se produjo en cuartos, ronda en la que Chile, la nación anfitriona, derrotó a la URSS por 2-1 y todo el país se lanzó a las calles para celebrarlo. La alegría duró poco ya que, en semis, los brasileños demostraron ser muy superiores. Los canarinhos se clasificaron para su segunda final consecutiva en la que tuvieron que medirse a Checoslovaquia, en conjunto que había dado más de una sorpresa y se había plantado en el encuentro de lucha por el título tras dejar en el camino a Yugoslavia.
Checoslovaquia, que ya había empatado a cero contra Brasil en la primera vuelta y había vencido a Hungría en cuartos de final (después de que los húngaros estrellaran el esférico en el palo en cuatro ocasiones), estaba dispuesta a escribir la página más hermosa en su historia y contaba con la tranquilidad de no tener nada que perder.
Contra todo pronóstico, se pusieron por delante en el marcador pero la alegría les duró muy poco: los brasileños empataron el partido dos minutos después y anotaron dos tantos más para confirmar la hazaña: la reválida del título fue la proeza de un grupo compuesto por nueve de los futbolistas que habían participado en la victoria de 1958. Así fue como Brasil se unió a Italia y a Uruguay en la honorable lista de las naciones que, hasta aquel momento, habían ganado el trofeo Jules Rimet en dos ocasiones.
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