West Ham-Tottenham: Solo Bale pudo con Jaaskelainen (2-3)

La 27ª jornada de Premier había dejado para el lunes un suculento postre: Gareth Bale, el hombre de moda en Gran Bretaña y parte de Europa, visitaba el siempre correoso campo de Upton Park. No había pasado un cuarto de hora y ya había clavado su bandera en la meta de Jaaskelainen. No le había hecho falta tener ni una ocasión, se sacó un zurdazo raso de la nada para adelantar a los suyos.

El problema era que no todos los suyos estaban dispuestos a colaborar en su fiesta, y Scott Parker cometió un error de novato y se comió un aparentemente inofensivo recorte de Andy Carroll en el área. Penalti riguroso, pero penalti. El propio Carroll se dirigió a los once metros y batió a Lloris. A Bale le tocaba remar de nuevo.

Es cierto que los porteros duran más, va implícito en el puesto. Aun así, el bueno de Jussi está decidido a desafiar el paso del tiempo. Cada año parece mejor, y ante los Spurs firmó una de las actuaciones más memorables de su vasta carrera. Antes del descanso calentó los guantes (más bien la punta de los mismos), rozando un cabezazo de Caulker que parecía gol cantado.

Poco a poco, tras la reanudación los goles cantados dejaron de serlo para convertirse en muescas que añadir al repertorio del suomi. Primero ante un nuevo cabezazo de Caulker, que fue otro pequeño calentamiento de lo que estaba por venir. Una mano providencial al disparo del recién ingresado Sigurdsson, suficiente para que el balón se estrellase contra el poste. El rechace le llegó a Adebayor, que se disponía a marcar a placer, pero no. En medio segundo, Jaaskelainen apareció del suelo para interponerse entre el togolés y la portería.

Un minuto después, gol de Joe Cole. Villas-Boas no podía creer lo que estaba viendo, su equipo perdía un encuentro que debería ir ganando cómodamente por juego y ocasiones. Todavía quedaba Bale, pero su siguiente intento se encontró de nuevo con la punta del guante de Jaaskelainen, que volvió a desviar lo justo para que el esférico lamiese el travesaño por arriba.

Sin embargo, el gol tenía que llegar. Una falta botada por Bale generó un barullo en el área que aprovechó Sigurdsson para -por fin- llevar el balón a las mallas de los 'Hammers'. Solo fue un paréntesis en medio del show de Jussi, que apenas cinco minutos después encadenó dos nuevos milagros. Bale y Adebayor fueron sus víctimas.

El encuentro parecía abocado al empate, que incluso Villas-Boas llegó a dar por bueno, temeroso de un tanto del West Ham al ver a su equipo volcado. Daba igual, había un jugador en el campo al que el empate le parecía un estrepitoso fracaso. Evidentemente, ese hombre era Gareth Bale. Una vez más, no necesitó una ocasión, le bastó con tocar el balón.

Recibió un pase corto a 30 metros de la portería y le bastó un vistazo a la misma. Un par de segundos después, el balón estaba en la escuadra, justo en el mismo punto al que había dirigido la mirada. Al único punto de toda la portería al que sabía que Jaaskelainen jamás llegaría, ni siquiera con la punta del guante. Todo el Tottenham corrió a abrazar a su pequeño gran genio. Una jornada más, había convertido un buen equipo en un equipo ganador. Había vuelto a marcar las diferencias.

Un gol que pone al Tottenham tercero a cinco puntos del Manchester City. Y que eleva un paso más a Gareth Bale -que por primera vez en su carrera enlaza cuatro partidos seguidos marcando en Premier- al Olimpo del fútbol. Ya es, con diferencia, el jugador más determinante del torneo. Y no necesita que le comparen con Cristiano Ronaldo. Gareth Bale es Gareth Bale.