Flushing Meadows, nueve años sin presenciar un Nadal-Federer

La rivalidad entre Rafa Nadal y Roger Federer ha viajado por todo el planeta y se ha disputado en todo tipo de superficies, constituyendo así una de las rivalidades de mayor enjundia en la historia del tenis mundial. Sin embargo, el US Open ostenta el dudoso honor de ser el único torneo del Grand Slam que nunca ha visto este duelo de titanes.

Desde 2004, cuando Rafa Nadal hizo su primera aparición en el último Grand Slam de la temporada, nunca han coincidido sobre la pista dura de Flushing Meadows ambos jugadores. En ocasiones puntuales, el duelo ha estado a un único punto de poder producirse, en otros casos -como en el de esta edición-, a un partido, pero la única realidad es que la afición neoyorquina cada vez duda más de que pueda presenciar un partido entre el suizo y el español.

En la primera aparición de Nadal en Nueva York, Federer se alzó con el título, mientras que el debutante caía derrotado en segunda ronda, mostrando que aún le quedaba camino por recorrer en pista dura. Federer impuso su tiranía en la Gran Manzana durante las siguientes cuatro ediciones, en las que Nadal fue progresando, aunque sin llegar a la final. Solo en 2008, frente al estadounidense Andy Roddick, consiguió llegar Nadal a semifinales, siendo este su mejor resultado hasta la fecha.

En 2009, Federer perdió su trono, pero su sucesor fue Juan Martín del Potro, que venció a Nadal en semifinales por un triple a la par que contundente 6-2. A partir de 2010 hizo su aparición en escena Novak Djokovic, impidiendo que los dos máximos exponentes del tenis mundial durante la última década se vieran las caras en EEUU. El serbio derrotó dos veces consecutivas a Federer y se vio en la final con Nadal, ganando una cada uno.

El último año contó con la notable ausencia de Nadal, por lo que el sorteo de 2013, que hacía factible una eliminatoria Nadal-Federer en cuartos de final, devolvió la ilusión al público estadounidense. Robredo se puso en su camino y Flushing Meadows comienza a hacerse a la idea de que es muy probable que no vea nunca semejante encuentro.