¿Qué pasó con... Kambala?

Kaspars Kambala vino al mundo en Riga (Letonia) en diciembre de 1978. Su gran tamaño como adolescente incitó a sus padres a enrolarle en un instituto de los Estados Unidos, concretamente en Homestead, en el estado de Wisconsin. Con más de dos metros firmó registros por encima de los 21 puntos y 12 rebotes en su último año basando su juego en la principal de sus fortalezas: la fuerza.

Trató entonces de iniciar el protocolo habitual que siguen los jugadores jóvenes para alcanzar la NBA. En 1997 acudió al Adidas ABCD Camp de Teaneck (Nueva Jersey) y al Eddie Jones Classic All Star de Long Beach (California). Y con sólidas actuaciones se ganó una beca para formarse en la Universidad de Nevada Las Vegas (UNLV), donde se graduó en 2001.

Sin embargo no alcanzó el éxito que buscaba quedando fuera del draft NBA. Pero no de la selección de Letonia, a la que venía representando ya como júnior antes de hacerlo en la absoluta. Con ella jugaría los Europeos de 2001 y 2003 cuando, como jugador del Efes Pilsen, fue fichado por el Real Madrid. Dirigido en los despachos por Lolo Sáinz el equipo blanco buscaba un revulsivo con la llegada del técnico argentino Julio César Lamas, además de los jugadores Elmer Bennett, Alfonso Reyes, Antonis Fotsis, Mario Stojic y el citado letón Kaspars Kambala, a quien se confiaba el poderío interior.

Pero el equipo blanco fracasó en Liga y Copa y hubo de conformarse con el subcampeonato de la recién creada Copa ULEB. En los cuartos de final por el título ACB Kambala protagonizó además un incidente con el entonces estudiantil Felipe Reyes que selló su sentencia. La agresión motivó que el hermano mayor de Felipe, Alfonso Reyes, tuviera más que palabras con el letón en el vestuario aun siendo su compañero de equipo. “¿Se puede saber qué cojones haces?”, se dice que le espetó el mayor de los Reyes a medio palmo del rostro.

Al término de la temporada el Madrid no ejerció su opción para que Kambala siguiera un año más en el equipo.

No sería hasta mucho tiempo después que varios de sus compañeros se atrevieron a hablar de Kambala y su carácter. No le dejaban el mejor lugar. Principalmente Alfonso Reyes, que llegó a calificarle de “desequilibrado”, mientras Alberto Herreros lo hacía como “atormentado” añadiendo que “daba unas hostias a destiempo que no venían a cuento”.

Su salida de la capital fue también su salida del baloncesto español, lo que supuso que en adelante Kambala terminaría deambulando por el continente europeo sin apenas continuidad en los equipos por los que fichaba, una trayectoria que perdía gradualmente nivel. Un año en el Unics Kazan, dos en el Fenerbahce, medio en el ASK Riga, uno en Krasnoyarsk, medio en el Lukoil Akademic, otro en el Aliaga Petkim, medio en Teherán, de vuelta un año al Turk Telekom, un breve paso por el Koleji de la segunda división turca, categoría en la que actualmente presta sus servicios para el Ankara DSI.

Con fama de agresivo, inflamable y propenso a perder el control, la carrera de Kambala nunca estuvo libre de controversia. Su aspecto intimidatorio, una facilidad para superar la frontera que separa el juego duro de la agresión y un carácter difícil le granjearon una etiqueta de alérgico a la cordura. En 2006 fue sancionado dos años al dar positivo por cocaína en un control. Pero la FIBA rebajó la pena a 14 meses tras comprobarse que los restos eran metabolitos por consumo de antidepresivos para combatir la muerte de su hermano.

Aprovechó entonces el parón para dedicarse a otra de sus grandes pasiones: el boxeo. Se inició como púgil amateur hasta dar el salto al profesionalismo y conquistar en su debut nada menos que Las Vegas. Pero su carrera en los cuadriláteros fue breve. Tras cuatro combates, uno de ellos nulo, decidió colgar los guantes y preparar su regreso a las canastas.

Cuando lo hizo volvió a ser noticia como acostumbraba, de la manera menos edificante.

Durante el partido preparatorio del Europeo de 2009 que medía a letones y lituanos Kambala volvió a ofrecer su peor versión. Fue presentado en el pabellón con guantes de boxeo y acompañado por azafatas en paños menores que alzaban cinturones de campeón, todo ello aderezado de música y luces al modo estelar. Tal vez caliente de adrenalina derribaba poco después a un contrario por un fuerte bloqueo, daba saltos provocadores durante la tangana y ni los árbitros pudieron contenerle. Fue su propio técnico, el seleccionador Kestutis Kemzüra, quien resolvió sentarle en el banquillo para evitar males mayores.

Pero ya en el torneo tocaría fondo cuando la selección de Alemania eliminó a la de Letonia y Steffen Hamann, que corría a celebrarlo con sus compañeros, tuvo la mala suerte de pasar junto a Kambala, que le propinó un codazo en la cara sin previo aviso. La FIBA le sancionó con cuatro partidos.

En diciembre de 2009 Kambala sufrió la muerte de su hija, de cinco meses de edad, y mantuvo la suficiente entereza para disputar el partido de Eurochallenge entre su equipo, el Enisey ruso, y el Belgacom. La lectura pública de aquella decisión osciló entre la indignación por vestirse de corto minutos después de morir el bebé y la integridad de haber cumplido su deber profesional junto a sus compañeros. Era la última prueba de que una vez más sus actos seguían sin verse libres de polémica.

En buena forma física y sobre un cuerpo multitatuado, Kambala trata ahora de dar sus últimos coletazos como jugador en la segunda división turca.

Genio y figura hasta la sepultura.