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Trofeo Conde de Godó | Carlos Costa, el niño del club que salió campeón

Fernando Murciego

Actualizado 25/04/2022 a las 20:12 GMT

Muchos le conocen por ser el manager de Rafa Nadal, pero la carrera de Carlos Costa en el mundo del tenis empezó muchos años atrás. Un viaje que tocó techo en la primavera de 1992, cuando quedó campeón del Conde de Godó contra todo pronóstico. Hoy recordamos aquel triunfo.

Carlos Costa en la entrada del Real Club de Tenis de Barcelona

Fuente de la imagen: Eurosport

Es viernes en el Conde de Godó, una jornada especial para Carlos Costa (Barcelona, 1968). No solamente es el día donde se reúnen los antiguos ex jugadores de Copa Davis para la clásica foto, sino que este año también coincide con el 54º cumpleaños del catalán. Entre felicitaciones, saludos y abrazos, Costa encuentra un momento para sentarse con Eurosport y abrir el baúl de los recuerdos. No es muy fan de las entrevistas, pero es el momento perfecto para viajar 30 años al pasado, justo a la fecha donde salió campeón en Barcelona en la que fue mejor semana como profesional.
Treinta años después, imagino que sigue siendo mágico volver aquí.
Para mí el Godó es muy especial, es un torneo que lo he mamado, que lo he vivido desde que tengo 8 años. Primero como aficionado, siendo un niño revoltoso por las gradas, luego como juez de línea, después como jugador de previa, como jugador de cuadro final y, finalmente, como ganador. También como miembro del club, que se vive con mucha emoción junto al resto de la familia y la gente que nos juntamos. Casualmente, casi cada temporada celebro aquí mi cumpleaños.
Como en casa ningún sitio.
Sin duda, tanto como jugador como después de ser jugador, el torneo lo he vivido muchos años también como representante de Rafa. Son grandes momentos los que guardo aquí, semanas de mucho estrés también porque conoces a todo el mundo y te lleva el doble de tiempo, pero muy agradecido siempre por cómo me han tratado.
Godó de 1992, ¿la mejor semana de tu carrera?
Por supuesto. Aunque hubiese ganado un torneo un poco más grande, obviando los Grand Slams, no creo que un Masters 1000 me hubiera dado la misma satisfacción de ganar aquí. Ganar delante de tu familia supera cualquier otra cosa, aunque ahora ya todo el mundo viaja con su gente a los torneos. Eso en mi época no estaba tan profesionalizado, ni siquiera teníamos la opción de sacar entradas. Por suerte aquí en Barcelona siempre estaban los míos; nunca fue un objetivo ganar aquí, pero siempre lo busqué.
Se te recordará siempre por ganar aquí, ¿te importa estás atado a un solo recuerdo?
Para nada, aunque es cierto que fui un campeón inesperado dentro de los españoles, en aquel momento había otros como Sergi (Bruguera) o Emilio (Sánchez Vicario) que eran más favoritos para ganar. Yo era el niño del club, muchos medios titularon así el día que gané. Hay muchos españoles que han ganado el Godó que no eran del club, otros que no eran pero que luego ficharon por el club; mi caso era especial porque fui el único formado y entrenado aquí desde niño. La relación que tengo con la gente del club es diferente a la de otros españoles que hayan sido campeones.
Tenías 23 años y eras #42 ATP. ¿Cómo gestionaste esa semana?
Venía de levantar en Estoril mi primer título ATP, para mí aquello ya era espectacular, además ganando a Sergi y Emilio durante la semana. Llegué aquí y me tocó un cuadro muy complicado, creo que iba contra Agassi en tercera ronda, así que no tenía ninguna expectativa. Entonces fui pasando rondas, jugando de memoria y con la confianza de la semana anterior. Perdió Agassi y otros favoritos, así que se me fue arreglando el cuadro entre comillas, pero nunca pensé en la victoria hasta que ocurrió. Nunca pensé que podía ganar, iba partido a partido hasta que llegué al domingo, donde jugué mi primera final a cinco sets, así que tampoco tenía mucha experiencia.
¿Qué importancia tuvo Estoril en la ecuación?
Cuando ganas Estoril, además superando a gente buena, uno sabe que está jugando bien. Era la primera vez que afrontaba un torneo después de ganar el anterior, así que tampoco sabía cómo iba a estar físicamente… la diferencia es que los otros saben que llegas bien y te respetan un poco más. Eso te da cierta ventaja, aunque yo no tenía ninguna responsabilidad. A mí siempre me había gustado jugar en el Godó, ya había hecho algún buen resultado, así que llegaba con muchísimas ganas de hacerlo bien.
¿Y la presión de jugar en casa?
Me gustaba tanto jugar aquí que nunca sentí la presión. Quizá me costaba un poco más en la Copa Davis, por ejemplo, pero aquí nunca. Si hubiera jugado en Italia igual me hubiera dejado ir, no lo sé, es algo que no se puede saber. Pero aquí por presión jamás, estaba loco por jugar en casa, de hecho, después tenía que jugar en Niza y me borré.
Aprovechando que todos los tenistas tenéis tan buena memoria…
… yo no (risas)
Vamos a intentarlo. ¿Te acuerdas a qué jugadores ganaste aquella semana?
[Piensa] En la final gané a Magnus Gustafsson, creo que gané a Alberto Mancini en semifinales, en cuartos a Rodolphe Gilbert, en octavos me tenía que tocar Agassi pero jugué contra Jacco Eltingh… y ahí me quedo (risas).
En segunda ronda a Marcelo Filippini.
No me viene ningún recuerdo de este partido.
Y en primera, Renzo Furlan.
Italiano, muy duro en tierra, igual que Filippini. Se me daban muy bien los dos, antes de aquel torneo y después. Con Gilbert fue una sorpresa, pero me costó ganarle, era un gran sacador. En semifinales con Macini jugué muy bien y en la final con Magnus fue 6-4, 7-6 y 6-4.
Lo que yo decía, se os queda todo grabado.
Para estos dos torneos sí, pero si me preguntas por mi carrera no tengo muy buena memoria. Y si me preguntas por la de Rafa, cero.
¡No perdiste un set en toda la semana!
Es la confianza, vas en volandas… supongo (risas).
¿Te cambió la vida aquel torneo?
Diría que no. Yo llevaba muchos años intentándolo pero no salía y no salía. El año anterior recuerdo que dije: ‘Voy a intentar ser profesional y si no, me retiro’. Por aquel entonces estaba #150 y no se me daban las cosas, pero en siete meses me metí top40 y de repente ya era profesional. Ese año fue todo nuevo para mí en el circuito, ni mucho menos imaginaba llegar al top10, pero tampoco sabía dónde estaba mi techo.
No te cambió la vida, pero sí te cambió aquella gira.
Seguí muy concentrado en lo que hacía, los rivales me respetaban cada vez más y la verdad es que jugué muy bien. Me borré de Niza, en Montecarlo perdí con Wayne Ferreira, pero luego hice semifinales en Hamburgo, final en Roma y final en Madrid. Luego a Roland Garros llegué un poco cansado, pero me dio para hacer octavos de final.
Y entonces aterrizas en el top10, el sueño de cualquier tenista.
Salió así, fue tan inesperado que en su momento no le di tanta importancia, pero con el paso del tiempo vas entendiendo lo difícil que es. Pienso que igual podría haber hecho algo más para permanecer más tiempo ahí, pero los números no son lo mío. Lo que yo quería era disfrutar de ser profesional, tener un carrera rodeado de los mejores, eso es lo que siempre soñé.
¿Por qué no volviste a encontrar ese feeling?
Cuando uno irrumpe así en el circuito siempre es la novedad, la gente todavía no te conoce, no sabe por dónde jugarte. A medida que vas jugando partidos pasas a ser un jugador más conocido y más fácil de batir. Los jóvenes siempre lo hacen así: el primer año dan un salto muy grande y luego ya te estableces en tu ranking real. Mi ranking real no era ser top10, así que después del boom de aquella temporada estuve entre el #15 y el #25, lo que me tocaba.
En Grand Slam nunca superaste de la cuarta ronda.
Me costaba mucho en estos torneos por un tema físico, tengo problemas en la espalda y cuando jugaba a cinco sets, cada dos días, se me hacía muy cuesta arriba. Jugar tantos días a cinco sets era un examen que no podía gestionar.
Ese mismo curso (1992) te cruzas con Agassi en octavos del US Open.
Aquel fue mi año, hizo un poco más de ruido por ser contra Agassi y ser en su casa, jugar con él en aquel escenario fue increíble. Pero nosotros estas cosas las tomamos con mucha normalidad, no había el interés mediático de hoy en día con las redes sociales, se vivía mucho más apartado de todo eso. Por mi manera de ser, prefería cómo eran las cosas en mi época.
¿Quedaste satisfecho con tu carrera?
Creo que pude dar más, pero estoy contento. Tenía un problema en la espalda que supuso una barrera muy grande para mí, era un hándicap constante, era consciente pero quizá tenía que haberme escuchado un poco más. Me costó mucho llegar, muchísimo… luego pasado el tiempo sí he pensado que podría haber dado más, pero no me arrepiento de nada. También me retiré muy joven, a los 31 años, estando bien clasificado, pero quería empezar a centrarme en otros asuntos de la vida, no quería viajar tanto. Tomé las decisiones que tenía que tomar.
Llevas muchos años siendo el manager de Rafa, ¿alguna vez te ha tocado recordarle a alguien tu pasado como jugador?
No lo hago nunca. La gente hoy me sitúa por ser el manager de Rafa, pero yo sigo siendo Carlos, a secas. Considero que cada uno tiene su persona, no se puede anteponer lo otro. Jugar fue una etapa de mi vida, he sido tenista y ya está, no puedes vivir para siempre estirando esa etapa. Luego hay días donde te reúnes con todos los compañeros y sí te sientes como un ex jugador, pero el resto de días del año no me siento así. Me siento como un ser humano que tiene su familia y un trabajo que le encanta.
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